lunes, 14 de octubre de 2019

ENTERRAMIENTOS CRISTIANOS (2ª PARTE). EL MITO DE CIPRASIO.


Continuando con algunas costumbres que todavía perduran desde la Época Medieval, veamos algunas curiosidades en torno al acto del enterramiento por parte de los cristianos y lo que le rodea:

-EL CORTEJO: las personas más adineradas en sus testamentos dejaban dicho el número de misas que debían decirle a su muerte. También especificaban las personas que tenían que acompañar al cortejo fúnebre. Por ejemplo, El Greco dejó dicho el número de misas, iglesias dónde se tenían que celebrar, personas asistentes y forma de decir la misa.
Si el fallecido era de una cofradía, le tenían que acompañar los cofrades, algunos monjes,  niños pobres y huérfanos, aparte de sus familiares. Para Dios estas personas eran encantadoras, por lo que intermediarían por su alma.

-LA MORTAJA: muchos ricos querían ser amortajados con el hábito de una orden religiosa, ya que de esta forma conseguían el perdón de los pecados. Por ejemplo, era muy común ir al otro mundo vestido con el hábito de la orden franciscana, demostrando de este modo la humildad del propio San Francisco. Esta costumbre reportó a esta orden muchos beneficios económicos, pues no era gratis vestirse con su hábito.

-FLORES: el origen de llevar flores a los muertos se remonta también a épocas muy antiguas. La razón era que los fallecidos eran velados durante varios días, con el objetivo de comprobar que no regresaban de la muerte. Teniendo en cuenta que las técnicas de embalsamiento en aquella época no estaban muy desarrolladas, ni estaban al alcance de todos, los cuerpos se descomponían y desprendían un desagradable olor. Para enmascarar ese hedor, se quemaba incienso y se cubría al fallecido con flores variadas de distintos olores y colores, para aromatizar el ambiente, y hacer el velatorio más agradable.

Con el tiempo, se afianzó la costumbre de llevar flores a los muertos, no sólo durante el velatorio, sino también en días concretos, como el 1 de noviembre, día de todos los santos.

-CIPRESES: desde hace muchísimos años es habitual, sobre todo en los países mediterráneos, plantar cipreses en los cementerios. Esto es debido a que el ciprés es un árbol muy vistoso, que no varía ni su forma ni su color, es alto, frondoso, longevo, de hoja perenne, soporta bien los cambios de temperatura y no necesita ningún cuidado. Su raíz crece de forma vertical y recta hacia abajo, con lo que no perjudica a las sepulturas.

Esta costumbre ya se llevaba a cabo en las civilizaciones griega y romana. En esta época se le atribuía a este árbol un carácter simbólico, pues consideraban que su forma ascendente encaminaba las almas de los difuntos hacia el cielo.

En la mitología griega existe el mito de Ciprasio, que traducido es Ciprés. Cuenta el mito que Ciprasio tenía un ciervo domesticado al que quería muchísimo. Por error mató a su ciervo, lo que le causó un gran dolor y pena. No soportándolo solicitó al Dios Apolo que le permitiera llorar al ciervo eternamente. Apolo convirtió a Cipriaso en un árbol (ciprés). Desde ese momento este árbol quedó relacionado con el duelo tras la pérdida de un ser querido.

-ORIGEN DE LA PALABRA CEMENTERIO: proviene del término griego koimhthrion, que significa lugar donde dormir, dormitorio.




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