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jueves, 31 de octubre de 2019

MOMIAS EN TOLEDO. SEGUNDA PARTE.


Después de analizar las razones por las que hay tantas momias en Toledo, veamos ahora dónde se encuentran algunas de ellas y quienes fueron en vida:

IGLESIA DE SAN CIPRIANO. En esta iglesia se encuentra la momia de Carlos Venero, que fue el mayor benefactor de la iglesia. Pagó una gran cantidad de dinero a principios del siglo XVII a cambio de ser enterrado en este templo. Está situada detrás del altar, bajo el retablo. Aparece con sus ropajes originales. Es de las momias más antiguas que se conservan en la ciudad.

En las iglesias hay muchas personas momificadas de forma natural. Dependiendo del lugar que ocupen dentro del templo, se puede deducir la categoría del personaje allí enterrado. No es lo mismo yacer en el altar que a los pies de la iglesia o en una capilla lateral. El altar es la zona más cercana a Dios, justo debajo de la cúpula, y era destinado para los personajes más influyentes y ricos.

CATEDRAL. Aunque aquí hay muchas momias, una de las mejor conservadas corresponde a Sancho IV de Castilla, descubierta en el año 1947. En ésta se observan perfectamente el ropaje, la espada y la corona.

Las momias te ofrecen muchísima información de la época en la que vivieron, tanto a nivel antropológico como social y patológico. Se pueden estudiar las enfermedades que existían en la época, la edad de fallecimiento, las ropas que se usaban, su clase social. Estos datos nos permiten conocer las costumbres de aquella época.

IGLESIA DE SAN ANDRÉS. Se observan más de 50 momias. Debieron ser personas que vivieron a finales del siglo XVIII. Corresponden a cadáveres que ya estaban enterrados en otros lugares. Fueron trasladados aquí provisionalmente, a una tumba común, de hecho se pueden observar huesos y cachos de ropajes. La idea era trasladarlos posteriormente a otro cementerio fuera de la ciudad, pero al final nadie fue a recogerlos ni los reclamó con lo que se quedaron en este lugar.

Debieron ser personas de clase baja, los más pobres de la época. El interior de las iglesias se reservaba para la gente más acaudalada, que solicitaban enterrarse en esos templos y que les rezasen un número de misas determinadas, a cambio de pagar en vida una buena cantidad de dinero. Solían ser devotos del santo que daba nombre a la iglesia o simplemente nacidos y pertenecientes a ese barrio.

CONVENTO DE SAN CLEMENTE. En unas reformas que se hicieron en el año 1785, aparecieron los cuerpos momificados de 13 monjas incorruptas. Estos cuerpos fueron movidos y enterrados en la Sala Capitular del convento, donde se encuentran actualmente.
A la hora de estudiar los cuerpos, hay que tomar muchas precauciones, por esta razón los investigadores suelen ir cubiertos con una mascarilla o un buzo que les tapa la cabeza. 

Estas momias pueden tener algún tipo de hongo peligroso para la salud. Recordad la famosa leyenda de la momia de Tutancamón, en la que murieron muchísimas personas que se encontraban cerca cuando se descubrió, probablemente a causa del contagio de algún virus o bacteria que tenía la momia.

CONVENTO DE SANTO DOMINGO EL REAL. Aquí podemos ver la famosa momia de sanchito, llamada así por las monjas, pero que realmente es el infante Sancho de Castilla, hijo de Pedro I El Cruel. Fue trasladado por su hermanastra María de Castilla, priora del convento en esa época, a finales del siglo XIV. Está situado en el bajo coro. Las monjas suelen enseñarlo los domingos después de misa. Si quieres saber más de sanchito, puedes acceder a otra entrada sobre él en este mismo blog.

Aunque en Toledo no se pueden visitar estas momias, hay muchas ciudades donde sí se pueden ver, come es el caso de Portugal, Praga, Paris o Roma. 


sábado, 26 de octubre de 2019

MOMIAS EN TOLEDO. PRIMERA PARTE.


Una momia es un cadáver que se ha desecado sin pudrirse, y en esta situación se conserva para siempre. Este proceso puede producirse de manera natural o por procedimientos realizados por el hombre. Por ejemplo, en Egipto las momificaciones se llevaban a cabo a través de un proceso de embalsamiento realizado artificialmente por el hombre. En Toledo la multitud de momias que existen se han conservado de forma natural.

El hecho de que se conserven sin degradarse  se debe al frío que hace en la parte antigua de la ciudad y principalmente a causa de la enorme sequedad de la urbe en esta zona, pues el Tajo se encuentra muy por debajo de la cota del gran peñón que forma Toledo en la parte de intramuros. Esto impide la aparición de microorganismos. El cuerpo pierde toda el agua de forma muy rápida y se momifica.

Estos cuerpos están como acartonados, con la piel pegada a los huesos, sin vendas y de forma parecida a como fueron enterrados. Parecen muñecos de cartón. La razón de que tengan ese aspecto de horror o dolor nada tiene que ver con que se enterraran en esas circunstancias. Esto es debido a que las mandíbulas y parte de la piel de la cara se les ha caído, al no estar amortajados y encontrarse en posición vertical, con lo que hace que parezcan que estén gritando.

La iglesia consideraba este tipo de cuerpos como que eran un hecho milagroso, conocido como el virtus, por la virtud de la santidad que la iglesia les otorgaba. Por esa razón hay muchos clérigos a los que se les considera santos, por permanecer sus cuerpos incorruptos, sólo por el hecho que se conserven sin degradarse. En Toledo no solo se conservan momias de reyes o personajes importantes de la historia, sino que también podemos encontrar en estas circunstancias multitud de cuerpos de personas corrientes.

Estas momias se han encontrado principalmente en las iglesias y conventos, así como en los alrededores de estos templos, lugares donde se han enterrado a las personas durante muchísimos años. Alfonso X El Sabio dictaminó que los cristianos deberían enterrarse en el entorno de las iglesias y no en pleno campo como los animales.

En realidad, dentro de la muralla se puede afirmar que Toledo es un enorme camposanto. Fue Carlos III quien dictaminó sacar los cementerios extramuros, fuera de las ciudades, debido a que quitaban espacio para construir y además eran un foco de enfermedades. 

Cuando había alguna epidemia el famoso carro de los muertos iba recogiendo a los fallecidos para enterrarlos en las iglesias y sus alrededores. A su paso contaminaba toda la ciudad.

Pero en realidad a la mayoría de los que estaban enterrados dentro de la muralla no los trasladaron, sobre todo a los que se encontraban en las capas más inferiores del cementerio. Por esa razón en muchas excavaciones aparecen multitud de momias.

Igualmente, este rey prohibió que se edificaran casas donde había personas enterradas hasta pasados 100 años, pero en Toledo esto no se respetó, debido a la falta de espacio, con lo que se construyó encima de los cementerios sin ninguna espera. De esta situación surgen todas las anécdotas relacionadas con fantasmas y espíritus. 

Os dejo una foto de las momias de San Andrés hechas por el magnífico fotógrafo toledano David Utrilla.


lunes, 14 de octubre de 2019

ENTERRAMIENTOS CRISTIANOS (2ª PARTE). EL MITO DE CIPRASIO.


Continuando con algunas costumbres que todavía perduran desde la Época Medieval, veamos algunas curiosidades en torno al acto del enterramiento por parte de los cristianos y lo que le rodea:

-EL CORTEJO: las personas más adineradas en sus testamentos dejaban dicho el número de misas que debían decirle a su muerte. También especificaban las personas que tenían que acompañar al cortejo fúnebre. Por ejemplo, El Greco dejó dicho el número de misas, iglesias dónde se tenían que celebrar, personas asistentes y forma de decir la misa.
Si el fallecido era de una cofradía, le tenían que acompañar los cofrades, algunos monjes,  niños pobres y huérfanos, aparte de sus familiares. Para Dios estas personas eran encantadoras, por lo que intermediarían por su alma.

-LA MORTAJA: muchos ricos querían ser amortajados con el hábito de una orden religiosa, ya que de esta forma conseguían el perdón de los pecados. Por ejemplo, era muy común ir al otro mundo vestido con el hábito de la orden franciscana, demostrando de este modo la humildad del propio San Francisco. Esta costumbre reportó a esta orden muchos beneficios económicos, pues no era gratis vestirse con su hábito.

-FLORES: el origen de llevar flores a los muertos se remonta también a épocas muy antiguas. La razón era que los fallecidos eran velados durante varios días, con el objetivo de comprobar que no regresaban de la muerte. Teniendo en cuenta que las técnicas de embalsamiento en aquella época no estaban muy desarrolladas, ni estaban al alcance de todos, los cuerpos se descomponían y desprendían un desagradable olor. Para enmascarar ese hedor, se quemaba incienso y se cubría al fallecido con flores variadas de distintos olores y colores, para aromatizar el ambiente, y hacer el velatorio más agradable.

Con el tiempo, se afianzó la costumbre de llevar flores a los muertos, no sólo durante el velatorio, sino también en días concretos, como el 1 de noviembre, día de todos los santos.

-CIPRESES: desde hace muchísimos años es habitual, sobre todo en los países mediterráneos, plantar cipreses en los cementerios. Esto es debido a que el ciprés es un árbol muy vistoso, que no varía ni su forma ni su color, es alto, frondoso, longevo, de hoja perenne, soporta bien los cambios de temperatura y no necesita ningún cuidado. Su raíz crece de forma vertical y recta hacia abajo, con lo que no perjudica a las sepulturas.

Esta costumbre ya se llevaba a cabo en las civilizaciones griega y romana. En esta época se le atribuía a este árbol un carácter simbólico, pues consideraban que su forma ascendente encaminaba las almas de los difuntos hacia el cielo.

En la mitología griega existe el mito de Ciprasio, que traducido es Ciprés. Cuenta el mito que Ciprasio tenía un ciervo domesticado al que quería muchísimo. Por error mató a su ciervo, lo que le causó un gran dolor y pena. No soportándolo solicitó al Dios Apolo que le permitiera llorar al ciervo eternamente. Apolo convirtió a Cipriaso en un árbol (ciprés). Desde ese momento este árbol quedó relacionado con el duelo tras la pérdida de un ser querido.

-ORIGEN DE LA PALABRA CEMENTERIO: proviene del término griego koimhthrion, que significa lugar donde dormir, dormitorio.




miércoles, 18 de septiembre de 2019

ENTERRAMIENTOS CRISTIANOS. PRIMERA PARTE.


Por Toledo han paseado a lo largo de los siglos diferentes pueblos, culturas y religiones. Los romanos, musulmanes y judíos enterraban a sus muertos a las afueras de la ciudad. Sin embargo, desde finales del siglo VII los cristianos lo han hecho en iglesias, conventos y catedrales, bien dentro de estos edificios o bien en los aledaños. Veamos algunas singularidades.

CLASES SOCIALES: los primeros que decidieron ser sepultados en los templos fueron los altos cargos del clero. Posteriormente fueron plagiados por la realeza y la nobleza. Más tarde, en el siglo XVII, cuando los comerciantes y artesanos ricos pasaron a tener gran notabilidad en las ciudades, también empezaron a enterrarse en estas basílicas. Sin embargo, la plebe se tuvo que conformar con ser enterrada junto a las iglesias.

Solo en épocas de epidemias y de grandes inundaciones dramáticas el campo hacía de fosa común realizándose extramuros los entierros colectivos.

Hacia 1787 Carlos III comprendió que los enterramientos en iglesias, conventos y cementerios urbanos eran insanos; de modo que mandó cavar las tumbas en la periferia. Sin embargo, no se empezó a ejecutar esta orden hasta la guerra de la independencia, con la influencia de Napoleón.

DIVINIDAD: la razón de elegir estos santuarios para pasar a mejor vida se basaba en que preferían estar en un lugar sagrado a la espera de la resurrección. Indicaba la voluntad de mantener una fuerte unión entre los vivos y los muertos, éstos reposan rodeados de la comunidad a la que pertenecían. La cercanía máxima a Dios daba a la última morada un halo de Divinidad.

La sepultura, para la Iglesia católica y para la sociedad en general, daba al extinto dignidad y categoría. El sepulcro se convierte así en el deseo de eternidad y continuidad de la identidad personal.

LUCRO: la iglesia cobraba un dinero a la familia del finado por enterrarse en sus templos, cuya cantidad variaba en función de la categoría del templo, y del lugar donde se alojase el hoyo dentro del mismo. Situar la sepultura bajo el altar era más caro que hacerlo en una capilla o en el trascoro. Lógicamente, para los pobres era más barato enterrarse junto a las iglesias o conventos.

FORMA DE ENTERRARSE: el cristianismo tenía sus normas a la hora de enterrar al cadáver. Si se enterraba en cementerios comunes el muerto debía descansar con la cabeza hacia el oeste, de forma que al incorporarse el día de la resurrección mirase directamente hacia el este, lugar por donde sale el sol.

Los que eran sepultados en iglesias al incorporarse lo harían mirando hacia el altar que, según los cánones arquitectónicos cristianos, está también orientado hacia el este.

EL CORTEJO: las personas más adineradas en sus testamentos dejaban dicho el número de misas que debían decirle a su muerte. También especificaban las personas que tenían que acompañar al cortejo fúnebre. Por ejemplo, El Greco dejó dicho el número de misas, iglesias dónde se tenían que celebrar, personas asistentes y forma de decir la misa.

Si el fallecido era de una cofradía, le tenían que acompañar los cofrades, algunos monjes,  niños pobres y huérfanos, aparte de sus familiares. Para Dios estas personas eran encantadoras, por lo que intermediarían por su alma.

LA MORTAJA: muchos ricos querían ser amortajados con el hábito de una orden religiosa, ya que de esta forma conseguían el perdón de los pecados. Por ejemplo, era muy común ir al otro mundo vestido con el hábito de la orden franciscana, demostrando de este modo la humildad del propio San Francisco. Esta costumbre reportó a esta orden muchos beneficios económicos, pues no era gratis vestirse con su hábito.

FLORES: el origen de llevar flores a los muertos se remonta también a épocas muy antiguas. La razón era que los fallecidos eran velados durante varios días, con el objetivo de comprobar que no regresaban de la muerte. Teniendo en cuenta que las técnicas de embalsamiento en aquella época no estaban muy desarrolladas, ni estaban al alcance de todos, los cuerpos se descomponían y desprendían un desagradable olor. Para enmascarar ese hedor, se quemaba incienso y se cubría al fallecido con flores variadas de distintos olores y colores, para aromatizar el ambiente, y hacer el velatorio más agradable.

Con el tiempo, se afianzó la costumbre de llevar flores a los muertos, no sólo durante el velatorio, sino también en días concretos, como el 1 de noviembre, día de todos los santos.

CIPRESES: desde hace muchísimos años es habitual, sobre todo en los países mediterráneos, plantar cipreses en los cementerios. Esto es debido a que el ciprés es un árbol muy vistoso, que no varía ni su forma ni su color, es alto, frondoso, longevo, de hoja perenne, soporta bien los cambios de temperatura y no necesita ningún cuidado. Su raíz crece de forma vertical y recta hacia abajo, con lo que no perjudica a las sepulturas.

Esta costumbre ya se llevaba a cabo en las civilizaciones griega y romana. En esta época se le atribuía a este árbol un carácter simbólico, pues consideraban que su forma ascendente encaminaba las almas de los difuntos hacia el cielo.

En la mitología griega existe el mito de Ciprasio, que traducido es Ciprés. Cuenta el mito que Ciprasio tenía un ciervo domesticado al que quería muchísimo. Por error mató a su ciervo, lo que le causó un gran dolor y pena. No soportándolo solicitó al Dios Apolo que le permitiera llorar al ciervo eternamente. Apolo convirtió a Cipriaso en un árbol (ciprés). 
Desde ese momento este árbol quedó relacionado con el duelo tras la pérdida de un ser querido.

ORIGEN DE LA PALABRA CEMENTERIO: proviene del término griego koimhthrion, que significa lugar donde dormir, dormitorio. 


CEMENTERIOS Y CIPOS MUSULMANES EN TOLEDO.


Los musulmanes, durante todos los siglos que vivieron en Toledo, instalaron los cementerios para enterrar a sus familiares fuera de la muralla. Solían estar emplazados junto a los caminos que llevaban a las puertas principales de acceso a la ciudad.

Se puede decir que fuera de la muralla, bajo el actual pavimento, Toledo es como un tapiz de tumbas, toda una enorme necrópolis, un auténtico yacimiento arqueológico.

Algunas de las características de estos cementerios son las siguientes:

-Eran zonas concurridas, pues solía ser práctica habitual que hombres y mujeres fueran a pasear por ellos, montando en ocasiones tiendas de campaña entre las sepulturas para resguardarse del sol y de las miradas de los curiosos.

-Las tumbas estaban excavadas a poca profundidad, a unos 60 centímetros del suelo, y muy estrechas. Los cadáveres eran enterrados en posición lateral, envueltos en un sudario, normalmente sin ajuar, con la cabeza orientada hacia la Meca.

-En cuanto a los tipos de sepulturas había una gran variedad, dependiendo del nivel socioeconómico del fallecido y su familia: las más humildes tenían al lado una piedra o pilar en la cabecera o las esquinas. Las que pertenecían a personas más influyentes tenían, además, una estela con uno o más cipos cilíndricos. Aquellos muertos de alto rango se enterraban bajo una qubba: una especie de construcción cuadrada con cúpula de madera, de forma semiesférica. Esta qubba solía tener a su alrededor muchas tumbas de personas que consideraban que de esta forma aumentaba su espiritualidad, transferida por la influencia de aquél.

-En Toledo los cementerios musulmanes estaban ubicados en la Vega Baja, cerca del río, desde la Puerta de Cambrón hasta la antigua Basílica de Santa Leocadia. También se situaban en torno a la Fábrica de Armas, el parque del Circo Romano y por el actual camino hacia el cementerio. El último hallazgo de una necrópolis musulmana se localizó a primeros del año 2017, cerca del circo romano, frente a la Policía Local de Toledo. Se han encontraron más de 200 cuerpos, probablemente procedentes de entre los siglos X y XII.

Características de los cipos funerarios:

-Los cipos son columnas o pequeños pilares que se colocan verticalmente encima de la tumba. Suelen estar hechos de mármol. Un extremo se enterraba en la tierra, el otro extremo estaba adornado con una inscripción decorativa parecido a un collar. En el centro, enmarcado en un marco o rectángulo, se colocaba el epitafio con los datos sobre el difunto. Estas inscripciones estaban hechas con escritura cúfica (un tipo de escritura islámica muy difícil de traducir). También había muchísimos cipos lisos y sin ningún tipo de inscripción, que son los que más predominan en Toledo.

-Las estelas y los cipos contenían el nombre, rango del fallecido, fecha de la muerte, edad, fe que profesaba y algún epitafio de carácter religioso.

-Estos cipos los podemos encontrar en Toledo en multitud de sitios. La mayoría de ellos están reutilizados en los muros como material de construcción o como elementos decorativos. Hay algunos en los alrededores de la Ermita del Cristo de la Vega, en la fachada de la Puerta de Cambrón con escritura cúfica y, principalmente hay varios expuestos en el patio del Museo de Santa Cruz.


CEMENTERIOS JUDÍOS EN TOLEDO.


Los judíos, cristianos y musulmanes nos diferenciamos mucho a la hora de enterrar a nuestros muertos. Ya escribí sobre las costumbres musulmanas y cristianas. Hoy analizaremos los cementerios judíos en general y los de Toledo en particular.
LOCALIZACIÓN EN TOLEDO. Podemos hablar de dos cementerios judíos: uno situado cerca del parque del Circo Romano y otro en el Instituto “Azarquiel” y alrededores. En general, lo normal es que hubiese tan sólo un cementerio judío por localidad, debido al pequeño número de población que existía en las ciudades. En el caso de Toledo se han localizado dos debido a que desde el año 1085 y hasta principios del siglo XIV la comunidad judía aumentó considerablemente.
El último descubrimiento se produjo en el Instituto mencionado en el año 2008, tras excavar para construir un nuevo edificio. Pero una vez descubierto, la comunidad judía, como viene siendo habitual, se negó a que se excavase cualquier lugar sacro de naturaleza judía. Sólo  permitió que se estudiasen algunos restos, para datarlos y comprobar el origen. Una vez estudiados y registrados, se volvieron a dejar en su sitio y se construyó encima. Excavaron un trozo de terreno de 300 metros cuadrados en el que se identificaron 107 tumbas que se ubicaron alrededor del siglo XII.
Las tumbas estaban bien conservadas ya que eran muy hondas (entre 2,5 y 3 metros). Los cuerpos se encontraban en el interior de una cámara hueca, reforzada con una cúpula en forma de cañón y de ladrillo que la cubría y que servía de cierre subterráneo. Se le denomina lucillo. 

Había espacios rectangulares bien demarcados, seguramente pertenecientes a una sola familia, aunque las tumbas eran individuales y no se superponían ni estaban pegadas unas a otras. Igualmente, aparecieron restos repetitivos de una madre con un niño a su lado, supuestamente se trataría de mujeres fallecidas durante el parto. Se demostró que les cubriría un sudario y apenas tenían ajuar. Los cuerpos estaban boca arriba, los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y la cabeza inclinada hacia un hombro.

EXTENSIÓN: se desconoce la extensión de estos dos camposantos, debido a que sólo se tiene constancia de algunas sepulturas, aunque hay mucho material y lápidas con inscripciones judías a lo largo de toda la ciudad, formando parte de cimientos de edificios posteriores. Otras están conservadas en el Museo Sefardí y en el Museo Arqueológico de Madrid.
Este expolio fue autorizado por los reyes después de la expulsión de los judíos en el año 1492. En Barcelona incluso antes, hacia 1391. Aun así, la presencia de estos cementerios ha sobrevivido incluso como nombre, es el caso de Montjuïc en Barcelona o Gerona (Montjuic es el topónimo de cerro judío). Esta necrópolis judía es la más grande encontrada en Europa. Se sabe de la existencia de alrededor de 20 cementerios judíos medievales en la Península. Con el paso de los años el terreno se usa como zona de huertos o campos de cultivo, y hacia mitad del siglo XX se empieza a urbanizar, quedando las tumbas bajo los edificios y el asfalto.

CARACTERÍSTICAS. Para esta comunidad el cementerio es el lugar donde los cuerpos sin vida reposan mientras esperan la resurrección. Cuando se instalaban en las ciudades, compraban el terreno donde iban a ubicar el cementerio, antes incluso de la construcción de la sinagoga. Se ubicaban a extramuros. La judería tenía que tener acceso directo al cementerio, para evitar el paso por el interior de la ciudad, aunque debía estar alejado y separado del propio barrio. El terreno tenía que estar en pendiente, en la ladera de alguna colina cercana a la ciudad, sobre roca o tierra virgen, cerrado por un muro y orientado hacia Jerusalén. El musulmán, sin embargo estaba integrado en el paisaje que lo rodeaba.
Las tumbas son sencillas, con una sola lápida, donde venía una inscripción para familiares y amigos. Entierran al fallecido sin ataúd, aunque hay excepciones, tapan el agujero con tierra y lo cubren con piedras en lugar de con flores. Más tarde, pasado un año desde el entierro, se colocaba la lápida.