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jueves, 28 de marzo de 2024

EL TAJO A SU PASO POR TOLEDO EN IMÁGENES (1969-1980)

 

Os acerco unas fotografías de estos años en los que el Tajo a su paso por Toledo, pasó de ser zona de baño y recreo a un río contaminado e insalubre.

Estas instantáneas pertenecen al archivo VASIL. Fueron tomadas por una fotógrafa gráfica de un periódico de esos años, pionera para la época, pues no era normal que esta profesión la llevara a cabo una mujer. Se llamaba María Teresa Silva Hernández.

Las primeras 2 fotos que os muestro son del año 1969. En una se puede observar el cartel donde se advierte de lo peligroso que es bañarse sin saber nadar. En la otra aparece un joven haciendo piragüismo sobre un tronco de árbol.

Por entonces, estaba permitido bañarse en Safont, la Incurnia o el Puente de San Martín, entre otros lugares pintorescos. Debido a que cada año había bastantes ahogamientos, se puso en marcha el Servicio Municipal de Nadadores y Guardarríos.

Los desbordamientos y riadas del Tajo eran frecuentes. Así se puede observar en otra de las fotos del año 1970.

Pero los años de baño se acabaron con la llegada de la contaminación al río. Las responsables fueron las industrias que afloraron como setas en Madrid, y a las que se permitía derramar los vertidos sobre el Tajo y sus afluentes. Estos vertidos continúan actualmente. La consecuencia se puede ver en la fotografía con espuma a su paso del río por el Puente de San Martín. Tomada en el año 1974.

En el año 1972 se prohibió de forma oficial bañarse en el río Tajo a su paso por Toledo.

Esta contaminación también trajo consigo la progresiva desaparición de la pesca en el río, sustento de muchos toledanos con dificultades económicas. Las protestas de la población se pueden observar en otras 2 fotografías, que nos muestran peces muertos en las puertas del Ayuntamiento (1975) y en el río (1980).

Por si los problemas de contaminación no eran suficientes, se añadió en el año 1979 el trasvase de agua del río Tajo al río Segura. Esto provocó menor caudal del río y más concentración de las aguas contaminadas.

A pesar de las manifestaciones en defensa del Tajo (fotografía de 1979), hoy en día el Tajo a su paso por Toledo sigue contaminado y sin ninguna esperanza de recuperación.

Si quieres ver los muchos oficios que el Tajo aportó a los habitantes de Toledo durante siglos, sólo tienes que pinchar en las letras azules y verlo en mi blog: https://descubretoledoconmanuel.blogspot.com/search/label/EL%20TAJO






 









viernes, 26 de noviembre de 2021

OFICIOS MEDIEVALES JUNTO AL RIO TAJO.

 

Situados al sur del casco histórico, fuera de la muralla, y aprovechando el agua del Tajo, se desarrollaron en Toledo varios oficios en el denominado actualmente Barrio de Curtidores o Tenerías. Conozcamos algunos de ellos:

CURTIDORES. Esta industria se llevó a cabo en la referida zona cercana al Tajo para tratar y curtir las pieles de animales y su posterior venta, de ahí el nombre actual del barrio. Las tenerías son los talleres donde se curten y trabajan las pieles.

Se situó aquí debido a que era más fácil abastecerse de agua al estar junto al río. También influyó el hecho de que se evitaban los olores que este tipo de trabajos deprendía, al estar colocado a extramuros de la ciudad.

TINTOREROS. Un poco más arriba se situaban los tintoreros. Este oficio artesano se ocupaba de teñir las prendas y tejidos para vestir.

También necesitaban del agua para realizar su trabajo, de ahí su situación cerca del río Tajo. Este oficio fue muy demonizado por la iglesia.

BATANES. Situado en la ribera del río, se cree que pudo haber un batán, que no es otra cosa que una máquina destinada a compactar los tejidos, haciéndolos más tupidos. Funcionaba gracias a la fuerza del Tajo y la presa que había junto al batán, lo que provocaba una fuerte corriente de agua, que hacía mover una rueda hidráulica, que a su vez activaba una especie de mazas que golpeaban las prendas hasta compactarlas.

MOLINOS EN EL TAJO. Ya os hablé de ellos. Lo puedes leer y ver fotos en mi blog: https://descubretoledoconmanuel.blogspot.com/2019/09/molinos-medievales-en-el-tajo.html

Otras edificaciones que podemos encontrar en esta zona son:

LOS BAÑOS DE TENERÍAS. Son unos restos arqueológico situados cerca de lo que actualmente es la iglesia de San Sebastián, que en su día era una mequita musulmana denominada Al-Dabbagin. Se cree que son uno de los 6 baños árabes que tuvo Toledo, y que se utilizaban normalmente para llevar a cabo la ablución de purificación antes de acceder a los rezos a la mezquita. Se pueden visitar y están rehabilitados. Su construcción está datada a comienzo del siglo XI.

LA TORRE DEL HIERRO. Se cree que fue una torre de defensa de una puerta llamada del Hierro que habría en esta zona hacia el siglo XII. Formaba parte de la muralla defensiva de Toledo, pegada al río Tajo, situada actualmente cerca de donde está la casa del diamantista. Hasta su reconstrucción en los años 70 estaba muy abandonada y en ruinas.

Además de defensiva también sería una puerta para cobrar impuestos a los comerciantes y mercaderes que llegaban a Toledo por aquí una vez que cruzaban el Tajo.

Debido a la cercanía de los molinos de harina que había en el Tajo, probablemente existiría en esta puerta una báscula para pesar la harina.










sábado, 25 de abril de 2020

LEYENDA ROMANA EN TOLEDO.


Transcurre el año 117. Roma domina medio mundo. Toledo es una de las ciudades más importantes de Hispania. En ese año el emperador Adriano sucede a su padre, el emperador Trajano, después de su fallecimiento.

Para celebrarlo, la ciudad de Toletum estará de fiesta varios días. En el circo se celebrarán memorables carreras de cuadrigas (carros tirados por 4 caballos en línea). El auriga que más éxito tiene en esa época es el famoso Fulvio, que dirige a una cuadriga con los mejores caballos. El centurión ha ganado la mayoría de sus carreras y es el más aplaudido entre el pueblo.

Mientras Fulvio daba clases de equitación a una familia noble de la ciudad, conoció a Marcia, una de las hijas del ilustre señor, de la cual se enamoró.

La carrera más prestigiosa comienza en el circo. Las gradas están llenas. Ha venido gente desde varios kilómetros de distancia. Para esta carrera Marcia ha regalado a Fulvio los cuatro caballos preciosos con los que va a competir.

Las apuestas en la arena del circo son constantes. Aquel día Fulvio había apostado todos sus ahorros y sus caballos. Antes de salir, Marcia le prometió matrimonio, pero sólo si conseguía ganar la carrera. Todo iba bien, pero al pasar delante de la tribuna principal, observa como Marcia coquetea con un joven noble. La noche anterior este noble fue el invitado de honor a una importante cena a la que también asistió Fulvio.

Cegado por los celos intenta concentrarse en la carrera, consiguiendo permanecer en primera posición. Pero en la última vuelta observa pesaroso como los dos jóvenes ya no se encuentran viendo la carrera. Fulvio, en el último momento, es adelantado y queda en segundo lugar.

Pesaroso, triste, sólo y angustiado pasea por las oscuras y estrechas calles de Toledo en dirección al Puente de Alcántara. Al llegar al borde del puente decide subirse a la balaustrada y quitarse la vida tirándose a las frías aguas del río Tajo. Cuando está a punto de tirarse, un anciano le sujeta, le baja del puente y le convence de que no hay que rendirse ante las adversidades, sino todo lo contrario, hay que reponerse y luchar.

Finalmente, el anciano le cuenta como el propio río Tajo al nacer se fue abriendo paso durante cientos de kilómetros, a través de valles, mesetas y barrancos de forma majestuosa. Pero al encontrarse con una enorme montaña en principio fue incapaz de dominarla, pero con su esfuerzo, su tesón y su constancia consiguió abrirse paso entre sus cimientos y atravesarla envolviéndola en su caudal y acogiéndola como a un hijo, del que luego nacería el monte sobre el que podemos observar la ciudad de Toletum. 

El nombre actual que recibe el río es debido al “tajo” que provocaron sus aguas para atravesar la montaña indomable.

Fulvio comprendió el mensaje que el anciano le quería transmitir, y decidió empezar una nueva vida lejos de Toledo como comerciante de caballos. Si un simple río venció a una montaña, también la vida puede ir a mejor con optimismo y creyendo en uno mismo.






sábado, 18 de abril de 2020

GANCHEROS EN EL TAJO

El río Tajo ha proporcionado a los habitantes de Toledo y Talavera multitud de oficios a lo largo de muchos siglos. Azacanes (este es el nombre de origen árabe que recibían los porteadores de agua que abastecían a la ciudad. Para ello se servían de una caballería o un carro de manos), lavanderas, barqueros, agricultores, areneros, poceros, cañeros (encargados de la conservación y buen estado de la cañería que abastecía de agua la ciudad), neveros o gancheros han aprovechado el agua del río para sus profesiones.

Igualmente, la industria aprovechó las aguas del río para su desarrollo, este es el caso de los alfareros, tintoreros, molineros, curtidores, carniceros o bataneros. Incluso los espaderos utilizaban el agua y la arena del Tajo para el acero de sus espadas.

Hoy veremos el desaparecido pero curioso oficio de LOS GANCHEROS. Este oficio se desarrolló desde la época musulmana hasta principios del siglo XX. Su actividad consistía en traer desde las Serranías de Cuenca y Guadalajara, a través del cauce del río Tajo, la madera de pino que se necesitaba en la ciudad para la construcción de edificios civiles y religiosos.

La demanda de madera de la ciudad era superior a lo que podía ofrecer su entorno más cercano, especialmente los Montes de Toledo, cuya fuente forestal se centraba más en otros productos como el carbón y la leña al no poseer en cantidad suficiente las especies más usadas en construcción como podían ser el pino o la sabina.

Comenzaban a trabajar en marzo y terminaban a mediados de verano. Era un trabajo muy peligroso, pues el caudal del río era más grande que actualmente. Tenían que sortear los vados, rápidos, meandros, azudes, corrientes, estrechos o las enormes piedras que encontraban en el recorrido del río.

Estas maderadas parecían como un bosque flotante, como un rebaña de troncos guiado por estos gancheros, pertrechados de un enorme palo con un gancho al final, con el que desde las orillas del río y dentro del propio río iban dirigiéndolos a lo largo de todo el cauce.

Por pequeña que fuera la maderada el número de gancheros solía ser de un centenar y en las grandes llegaban a superar el medio millar, distribuidos a lo largo de todo el río. Algunas de estas maderadas podían llegar a los 100.000 pinos. Este proceso duraba varios meses desde que se producía el cortado de la madera, la preparación, conducción y recepción en los diferentes aserraderos de las ciudades de destino.

El destino de estos troncos eran Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina. A la entrada del río por las ciudades había aserraderos, donde se recibían los troncos. Primero se dejaban secar, para luego ser tratados en función del uso que se les fuese a dar. Posteriormente, con carros y mulas eran trasladados a las casas de que los demandaban. La foto que os muestro fue un aserradero, antes de convertirse en central hidroeléctrica, hasta que fue abandonada por falta de uso.

Las hazañas de estos trabajadores, sus costumbres y su forma de vida las describió el escritor José Luis Sampedro en la novela “El río que nos lleva”. Al cabo de varios años se llevó al cine.

Esta actividad fue cayendo en declive en toda España a partir del siglo XIX, debido a que la necesidad de madera era cada vez menor, pues eran pocos los edificios nuevos que se hacían de madera. La desaparición casi por completo llegó con la llegada del ferrocarril, hecho que en Toledo se produjo en el año 1858.

El oficio de ganchero también se llevó a cabo en los ríos Ebro, Júcar, Segura y Guadalquivir, que conducían las maderadas hasta ciudades como Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Cádiz o El Ferrol.

También existió esta actividad en buena parta de Europa, como Alemania, Austria, Francia o Italia, a través de ríos más navegables como el Rhin o el Sena. En este caso la conducción se hacía con los gancheros subidos en balsas que dirigían a los troncos por el río. Esta forma diferente de canalizar los troncos de madera se podía hacer en estos ríos debido a un enorme caudal y a la ausencia de obstáculos. En España, salvo en el río Ebro, el caudal era muy bajo y se encontraban con muchos obstáculos y grandes accidentes en el lecho del río, por lo que los troncos eran conducidos por los gancheros desde la orilla.

Actualmente se recrea este oficio, celebrando una fiesta el primer sábado de septiembre de forma rotativa en los municipios de Poveda de la Sierra, Peñalén, Zaorejas, Taravilla y Peralejos de las Truchas. La foto que os dejo forma parte de esta recreación.




sábado, 21 de septiembre de 2019

MOLINOS MEDIEVALES EN EL TAJO.


Hace millones de años, cuando nacieron los ríos, uno de ellos avanzó con su enorme caudal sobre valles y llanuras. Al llegar a una enorme montaña tuvo que atravesarla mediante un gran “TAJO”. Se abrió camino entre sus entrañas y abrazó a esa gran peña sobre la que con el tiempo se erigió Toletum.

Durante miles de año los habitantes de la ciudad aprovecharon el río para su bienestar, alimentación y usos domésticos. Pero a partir del siglo XII, la fuerza del río a su paso por Toledo se aprovechó para la creación en sus orillas de hasta 100 enclaves industriales distintos: clepsidras, molinos, azudes, batanes, norias, aserradero, centrales hidroeléctricas, etc. Nos centraremos en los molinos de harina, de los cuales ya sólo quedan sus ruinas esparcidas a lo largo de la orilla del río.

Se trataba de molinos harineros de agua, también denominados aceñas. Se utilizaban para moler el grano y obtener harina. Para aumentar su eficacia se construyeron a lo largo del río varias presas, llamadas azudes. El nombre de azud procede del árabe y significa barrera pequeña. Se construyeron para elevar el nivel del caudal del río, con el objetivo de derivar parte de ese caudal hacia los molinos. Lo podéis ver en una de las fotos.

Por lo general, los molinos eran propiedad de los reyes, la nobleza o el clero. Durante el siglo XVII se convirtieron en un negocio  muy rentable. Aunque se construyeron muchísimos, los de mayor importancia y rentabilidad fueron los siguientes:

-Los molinos de Deicán o de La Reina. Son de los primeros que se tiene constancia. Fueron construidos sobre el año 1142. Se ubicaron en la desembocadura del arroyo de la Cabeza, debajo de la ermita que lleva ese nombre. Más tarde Alfonso VIII los entregó a la Orden de Calatrava pasándose a llamar molinos de la Reina, estando en funcionamiento durante más de 500 años. Hoy sólo quedan ruinas.

-Los molinos de San Servando. Situados debajo del Castillo que lleva su nombre.

-Los molinos de Saelices. Muy antiguos también y situados bajo la Ermita del Valle.

-Los molinos de Santa Ana, situados junto al Puente de San Martín.

Con el tiempo estos molinos son vendidos o arrendados a particulares de un estrato social más bajo, que siguen moliendo y siendo rentables. En el siglo XIX muchos de ellos se reconvierten en centrales hidroeléctricas, aprovechando también la fuerza hidráulica del río, y utilizando en algunas ocasiones estos antiguos molinos para sus instalaciones. Hasta entonces 600 farolillos de aceite iluminaban la ciudad y 12 alguaciles se encargaban de que no se apagaran.

Los molinos harineros que no se utilizaron como centrales hidroeléctricas fueron abandonados hace muchos siglos y el paso del tiempo, junto con las crecidas del río han hecho que su estado sea ruinoso o simplemente han desaparecido. En cuanto a las centrales hidroeléctricas, algunas de ellas se encuentran en pie, conservando su maquinaria y los edificios donde estaban instaladas, aunque en un estado de total abandono y deterioro.

En el siglo XX la contaminación procedente de las industrias de Madrid acabó con el aprovechamiento del Tajo por parte de los toledanos, hecho que se consumó en el año 1972 cuando se prohibió el baño en el río.













LOS ROMANOS Y EL AGUA EN TOLEDO.



Históricamente el abastecimiento de agua a los habitantes de Toledo ha sido siempre un problema muy difícil de solucionar. Veamos cómo lo remediaron los romanos. Para comprender la importancia que este pueblo daba a todo lo relacionado con el agua, evoco una cita del escritor romano Vitrubio: “El agua es imprescindible para la vida, para satisfacer las necesidades placenteras y para el uso de cada día”.

Las legiones romanas conquistan Toledo en el año 192 antes de Cristo. Se encuentran con una ciudad fortificada, pero sin ningún tipo de obra hidráulica. Este pueblo en unos años consiguió recoger el agua, purificarla lo más posible, distribuirla, canalizarla, repartirla y subirla a las edificaciones y fuentes. Después, consiguieron eliminarla adecuadamente, cuando ya la habían usado.

Varios fueron los problemas que encontraron para conseguir agua potable:

-Llovía muy poco por lo que los pozos y aljibes no se llenaban lo suficiente para proveer a todos los habitantes.

-Apenas existen aguas subterráneas debido a que el terreno es muy impermeable y el agua no se filtra.

-Las que existían eran muy salobres, de hecho todavía hay calles cuyo nombre nos recuerdan esta circunstancia (Pozo Amargo, Fuente Salobre, etc.).

-Hay un desnivel de más de 100 metros entre el río Tajo y el cerro donde se sitúa la ciudad amurallada.

-El agua del Tajo contiene muchos sulfatos, siendo de una funesta calidad para su empleo.

Para paliar este problema, lo primero que hicieron fue localizar una fuente natural de agua lo más sana posible, y con un gran caudal. La encontraron a varios kilómetros hacia los Montes de Toledo, concretamente en el pueblo de Mazarambroz (a 30 Km. de Toledo). Allí construyeron la presa de Alcantarilla, de 450 metros de longitud y 4,5 metros de espesor. Recogía las aguas del río Guajaraz y tras recorrer más de 35 Km., salvando cotas de hasta 710 metros y pasando por 5 localidades, llegaba a la ciudad. Su entrada a Toledo era por lo que ahora es la Academia de Infantería. Cruzaba el Tajo gracias a la construcción de un gran acueducto. Este acueducto subsistió hasta el siglo IX.

Los canales de conducción hasta la ciudad los hicieron salvando, mediante diferentes métodos de ingeniería, todos los desniveles que se encontraron en el largo camino. Este tipo de canalización resguardaba el agua de la luz, el calor y de posibles contaminantes externos, llegando las aguas inmunes a su lugar de destino.

Una vez en la ciudad, el acueducto llegaba a depósitos urbanos,  el principal localizado hace poco tiempo y denominado “Las Cuevas de Hércules”. Estos depósitos eran utilizados para regular los consumos y como filtros de arena. Desde estos salían unas tuberías construidas en barro cocido o plomo hacia pequeños depósitos, situados estratégicamente por la ciudad, desde donde se establecían las diferentes acometidas con su respectiva tasa de agua, hacia las distintas fuentes y puntos de consumo.

Buena parte de todas estas estructuras hidráulicas se han descubierto en Toledo bajo casas particulares. Se pueden visitar de forma gratuita. Podemos agruparlos en 4 grupos: depósitos o aljibes, conduc­ciones de agua, complejos termales y cloacas. Con estas últimas resolvieron perfectamente la eliminación de aguas sucias mediante una red de saneamiento, que se completaba con la instalación de aliviaderos por todas las calles de la ciudad destinados a recoger todas las aguas de lluvia.

Cuando se destruyó el acueducto, el problema del abastecimiento de agua en Toledo nunca se solucionó, salvó los pocos años que funcionó el famoso artificio de Juanelo Turriano durante el siglo XVI. Hasta el año 1948 no se resolvió definitivamente, imitando (y así persiste actualmente), el antiguo modelo romano, con las variantes tecnológicas producto del desarrollo, a través de los pantanos del Torcón y del Guajaraz. Aun así en  1982 aún se contaba con un pozo o aljibe por cada tres viviendas aproximadamente.