lunes, 23 de diciembre de 2019

LA ROCA TARPEYA. MITO Y LEYENDA.


ROMA. Es probable que Roma se fundara entre los siglos X y VII a.C. La población original la compusieron diferentes personas de ciudades vecinas, principalmente un grupo denominado los latinos, en su mayoría desertores, acogidos, prófugos y desarraigados.
El problema es que el asentamiento estaba formado en su totalidad por hombres. Necesitaban mujeres para procrear y constituirse como población. Para ello invitaron a una fiesta a los habitantes de un pueblo cercano, los Sabinos. Estos acudieron a la fiesta y mientras bebían y se divertían, los romanos raptaron a sus mujeres.
Los Sabinos declararon la guerra a los latinos romanos, asediando la ciudad. Una mujer llamada Tarpeya, hija del Gobernador de Roma, ansiosa de fortuna y poder, prometió al capitán de los Sabinos conducirles por una vía secreta, hasta el emplazamiento donde estaba situada la fortaleza romana.

A cambio de esta ayuda Tarpeya recibiría todo lo que los soldados llevasen en sus brazos. Estos valientes guerreros nunca se desprendían de sus brazaletes de oro. Otra versión más romántica habla de que Tarpeya estaba enamorada del rey de los sabinos, por lo que le ayudó a entrar en la ciudad.

Pero los sabinos no permitían la traición, por lo que arrojaron a Tarpeya desde una roca situada en el Capitolio al vacío del precipicio. Esta roca aún hoy en día lleva su nombre y ha sido lugar de ejecución de sentencias a reos condenados a muerte.

Sabinos y latinos lucharon hasta que las mujeres se interpusieron entre los contendientes, abrazaron a sus familiares y les convencieron para que abandonaran la batalla. Ganasen unos u otros, sus maridos, padre o hermanos iban a morir, por lo que acordaron finalizar la batalla y firmar la paz. 

Esta escena ha sido representada por varios artistas, entre ellos Jacque-Louis David que pintó el precioso cuadro “El rapto de las sabinas”, que se encuentra expuesto en el museo Louvre de Paris.

TOLEDO. En el siglo IV Toledo seguía habitada por los romanos. Ante el auge del cristianismo, el gobernador Daciano llegó a Toledo con la intención de acabar con todos los habitantes que abrazaban la religión cristiana y renegaban de los dioses paganos romanos. La cárcel donde eran encerrados estaba situada en lo que es actualmente el Museo Victorio Macho, cerca de San Juan de los Reyes.

Junto a estas mazmorras se encontraba una enorme roca, que sobresalía del escarpe rocoso que da al Tajo. Este pedrusco se utilizaba para tirar desde ella al abismo del Tajo a los cristianos condenados y no arrepentidos. Junto a estos calabozos se encontraba la actual roca Tarpeya.

La hija del cuartelero, Octavila, estaba enamorada de Cleonio, un romano convertido al cristianismo que estaba encarcelado. Cleonio rezaba cada noche con una cruz entre sus manos, hasta que llegó el día de ser ejecutado. Octavila suplicó el perdón a su padre, pero éste  cumplió la sentencia arrojando al enamorado desde la roca Tarpeya.

Octavila falleció al poco tiempo, debido a la gran pena que sentía por lo ocurrido. El padre encontró entre las manos de Octavila la cruz que le había entregado Cleonio, comprendiendo entonces el amor verdadero que su hija sentía por el cristiano. Su remordimiento fue tan grande que abandonó su oficio, convirtiéndose al cristianismo.








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