UBICACIÓN. Este convento da entrada a lo que se
llama el barrio conventual, lindando con el
convento de las Comendadoras de Santiago, y situado muy cerca de los
conventos de Santo Domingo el Real, de las Capuchinas y de los Carmelitas
Descalzos.
ORIGEN. Hacia el año 1247 llegaron a Toledo
unas monjas clarisas y se establecieron a las afueras de la ciudad, en lo que
ahora es el Asilo de Santa Casilda. La razón de esta ubicación reside en una
ordenanza que no permitía que se construyera
ningún convento dentro de la muralla, debido a que no había suelo donde
edificar y a la multitud de habitantes.
En toda Europa a las clarisas se las denominaba
“damianistas”, conmemorando de esta forma al primer lugar donde se constituyeron,
el convento de San Damián de Asís. Eran tuteladas espiritualmente por los
franciscanos, aunque seguían la forma de vida de Santa Clara.
Durante este largo periodo fuera de las murallas llevaron una
vida de clausura y oración. Era un convento muy pobre que estuvo a punto de desaparecer,
primero por la peste y más tarde por la
guerra civil castellana.
ESPLENDOR. Su suerte cambió debido a dos
acontecimientos: el primero fue el dictamen de nuevas ordenanzas, que prohibían
vivir fuera de las murallas. La segunda se la deben a la intervención de una señora
de la nobleza toledana llamada María Meléndez. Esta mujer heredó a mediados del siglo XIV unas
casas situadas donde está actualmente el convento.
Hacia 1368 donó estas casas donde ella vivía a las monjas clarisas,
para que estableciesen allí su convento. En 1370 María Meléndez compró para
ampliar el convento otras casas colindantes. Además, María ese mismo año
ingresó como religiosa en el convento, cediendo más tarde todos sus bienes,
para que las monjas pudieran empezar a mantenerse con sus propias rentas.
Años más tarde, dos hijas ilegítimas del rey Enrique II de
Castilla, Inés Enríquez y su hermana Isabel, entraron como monjas clarisas en
el convento, razón por la que a partir de entonces y hasta la fecha el convento
recibió el nombre de “Santa Clara la Real”.
La dote que Inés e Isabel Enríquez entregaron al convento fue
cuantiosa, pudiendo comprar otras dos casas pegadas al convento. De esta forma el
convento pudo albergar adecuadamente a las más de 70 monjas que había en esos
momentos. Inés e Isabel fueron abadesas del templo, que llegó a tener el
privilegio de ser el convento encargo de custodiar las llaves de la ciudad de
Toledo por las noches.
Tanto el rey Enrique II como sus sucesores protegieron
siempre al convento. Asimismo, se añadieron otros privilegios y dispensas
otorgadas por los papas y por las potestades eclesiásticas. También fueron
muchísimas las donaciones de particulares que el convento recibió,
principalmente objetos destinados a la ceremonia de la misa. Se puede uno imaginar
el esplendor y las posesiones de este convento durante largos años.
EL EDIFICIO. La iglesia tiene 2 naves, destacando
el retablo mayor. Podemos ver varias pinturas de Luis Tristán, Jorge Manrique
Theotocópuli o Juan Bautista Monegros. En el coro se encuentra los restos de
miembros de la realeza castellana.
Tiene dos patios preciosos: el claustro de los laureles con un zócalo de azulejos talaveranos del siglo XVI, y una pintura mural del siglo XV representando la escena de la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso. El otro patio es el del naranjo del siglo X, siendo ésta la zona más antigua del convento, pues correspondía a una antigua casa islámica. Al lado es curioso observar una sala que se encuentra suspendida sobre el cobertizo de Santo Domingo.
El convento de Santa Clara se cerró en el año 2015 por falta de monjas, aunque actualmente se puede visitar.
Puerta situada en el patio del naranjo |
Pintura mural de la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso |
Claustro de los laureles |
Azulejos talaveranos en el Claustro de los laureles |
Santa Clara |
Patio del Naranjo |
Retablo |
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