viernes, 24 de enero de 2020

CONVENTO DE SANTA CLARA.


UBICACIÓN. Este convento da entrada a lo que se llama el barrio conventual, lindando con el  convento de las Comendadoras de Santiago, y situado muy cerca de los conventos de Santo Domingo el Real, de las Capuchinas y de los Carmelitas Descalzos.

ORIGEN. Hacia el año 1247 llegaron a Toledo unas monjas clarisas y se establecieron a las afueras de la ciudad, en lo que ahora es el Asilo de Santa Casilda. La razón de esta ubicación reside en una ordenanza que  no permitía que se construyera ningún convento dentro de la muralla, debido a que no había suelo donde edificar y a la multitud de habitantes.

En toda Europa a las clarisas se las denominaba “damianistas”, conmemorando de esta forma al primer lugar donde se constituyeron, el convento de San Damián de Asís. Eran tuteladas espiritualmente por los franciscanos, aunque seguían la forma de vida de Santa Clara.

Durante este largo periodo fuera de las murallas llevaron una vida de clausura y oración. Era un convento muy pobre que estuvo a punto de desaparecer, primero por la peste  y más tarde por la guerra civil castellana.

ESPLENDOR. Su suerte cambió debido a dos acontecimientos: el primero fue el dictamen de nuevas ordenanzas, que prohibían vivir fuera de las murallas. La segunda se la deben a la intervención de una señora de la nobleza toledana llamada María Meléndez. Esta  mujer heredó a mediados del siglo XIV unas casas situadas donde está actualmente el convento.

Hacia 1368 donó estas casas donde ella vivía a las monjas clarisas, para que estableciesen allí su convento. En 1370 María Meléndez compró para ampliar el convento otras casas colindantes. Además, María ese mismo año ingresó como religiosa en el convento, cediendo más tarde todos sus bienes, para que las monjas pudieran empezar a mantenerse con sus propias rentas.

Años más tarde, dos hijas ilegítimas del rey Enrique II de Castilla, Inés Enríquez y su hermana Isabel, entraron como monjas clarisas en el convento, razón por la que a partir de entonces y hasta la fecha el convento recibió el nombre de “Santa Clara la Real”.

La dote que Inés e Isabel Enríquez entregaron al convento fue cuantiosa, pudiendo comprar otras dos casas pegadas al convento. De esta forma el convento pudo albergar adecuadamente a las más de 70 monjas que había en esos momentos. Inés e Isabel fueron abadesas del templo, que llegó a tener el privilegio de ser el convento encargo de custodiar las llaves de la ciudad de Toledo por las noches.​

Tanto el rey Enrique II como sus sucesores protegieron siempre al convento. Asimismo, se añadieron otros privilegios y dispensas otorgadas por los papas y por las potestades eclesiásticas. También fueron muchísimas las donaciones de particulares que el convento recibió, principalmente objetos destinados a la ceremonia de la misa. Se puede uno imaginar el esplendor y las posesiones de este convento durante largos años.

EL EDIFICIO. La iglesia tiene 2 naves, destacando el retablo mayor. Podemos ver varias pinturas de Luis Tristán, Jorge Manrique Theotocópuli o Juan Bautista Monegros. En el coro se encuentra los restos de miembros de la realeza castellana.

Tiene dos patios preciosos: el claustro de los laureles con un zócalo de azulejos talaveranos del siglo XVI, y una pintura mural del siglo XV representando la escena de la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso. El otro patio es el del naranjo del siglo X, siendo ésta la zona más antigua del convento, pues correspondía a una antigua casa islámica. Al lado es curioso observar una sala que se encuentra suspendida sobre el cobertizo de Santo Domingo.

El convento de Santa Clara se cerró en el año 2015 por falta de monjas, aunque actualmente se puede visitar.
Claustro de los laureles




Puerta situada en el patio del naranjo

Pintura mural de la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso

Claustro de los laureles

Azulejos talaveranos en el Claustro de los laureles

Santa Clara

Patio del Naranjo

Retablo





No hay comentarios:

Publicar un comentario