jueves, 27 de mayo de 2021

LA LEYENDA ROMANA DE PÍRAMO Y TISBE.

Uno de los legados que los romanos dejaron a su paso por la Península son las fábulas y leyendas. Algunas de ellas fueron representadas en los múltiples mosaicos con los que decoraban sus casas palaciegas, villas o termas.

Un buen ejemplo lo podemos ver en el yacimiento arqueológico de Carranque. Construido en torno a la segunda mitad del siglo IV. En él se observan varios edificios entre los que se encuentra la villa o la mansión del señor que la habitaba.

Dentro de esta villa es espectacular el conjunto de mosaicos en perfecto estado de conservación que decoran los suelos y frisos de las habitaciones. En uno de estos mosaicos, denominado el Mosaico de la Metamorfosis, vemos varias escenas que cuentan leyendas. Entre ellas podemos observar la fábula de amor entre Píramo y Tisbe, escrita por el poeta Ovidio y que os relato.

Píramo y Tisbe eran de Babilonia y vivían uno junto al otro en casas contiguas. Sin embargo, sus familias estaban enfrentadas por rivalidades absurdas. Los jóvenes estaban enamorados. Aunque tenían prohibido hablarse, las miradas cómplices, los gestos y las señales hicieron que surgiera el amor entre ambos.

A pesar de la prohibición familiar, encontraron una forma de declararse su amor. Lo hicieron a través de una grieta en la pared que separaba a ambas casas. Entre susurros y murmullos cada noche acudían a la hendidura donde alimentaban su ternura y amor, pues cuanto más se tapa algo, más bulle el fuego.

Los deseos de besarse y acariciarse hicieron que una noche decidiesen verse a las afueras de la ciudad, junto a una fuente que había bajo una morera. La noche acordada llegó. Tisbe apareció la primera. Sorprendida, observó como una leona con sangre en la boca y las patas bebía sedienta en la fuente. La joven asustada buscó refugio en una cueva cercana. En su precipitada huida se le cayó el pañuelo que le cubría la cabeza. El animal lo encontró, lo mordisqueó y se fue.

Pasados unos minutos llegó Píramo al lugar acordado. Impresionado, encontró las huellas de una leona y el velo de su amada lleno de sangre. El joven pensó que la presa cazada por la leona era su amada. Píramo, desesperado, sacó su daga y se dejó caer sobre ella.

Poco después, cuando Tisbe pensó que la leona ya se habría marchado, se dirigió al encuentro de Píramo. Consternada, lo encontró muerto. Comprendiendo lo sucedido, y no soportando el dolor, cogió el puñal y se quitó también su vida.

Los frutos de la morera que siempre habían sido blancos, enseguida cambiaron su color a bermellón, debido a la sangre derramada por los dos amantes.

Tras este suceso, y ante la desgracia común, las dos familias se reconciliaron y dieron descanso a los dos jóvenes en el mismo lecho. A partir de entonces las moras siempre conservaron el color rojo. Curiosamente en latín la morera se llama Pyramea arbor.

A lo largo de la historia en esta fábula se han inspirados autores como Shakespeare cuando creó Romeo y Julieta, o Góngora en uno de sus sonetos. También hay referencias a ella en un capítulo de los Simpson, en el Quijote e incluso los Beatles hicieron una adaptación de esta leyenda.







No hay comentarios:

Publicar un comentario