viernes, 12 de noviembre de 2021

EL RELOJ DE LA PUERTA DEL RELOJ EN LA CATEDRAL DE TOLEDO.

 

Este reloj consta de dos esferas: una que da a la calle y que se encuentra encima de la propia puerta, y otra que da al interior de la catedral. En la maquinaria que hay dentro de la catedral se puede observar una inscripción donde aparece el nombre del relojero, Manuel Gutiérrez. Está fechado en el año 1792.

LA MANECILLA. Llama la atención que las dos esferas tienen una sola aguja, que marca exclusivamente las horas. Esto es debido a que su función era la de anunciar las horas canónicas de los rezos fuera de la propia misa. Se le denomina liturgia de las horas.

En realidad, es una división del tiempo empleado durante la Edad Media en la mayoría de los territorios cristianos de Europa, y que seguía el ritmo de los rezos de los religiosos. Este ritual divide el día en 7 partes:

Maitines: antes del amanecer. Laudes: con las primeras luces del día.  Prima: a las 6 de la mañana, después del amanecer. Tercia: a las 9 de la mañana que es la tercera hora después de amanecer. Sexta: a las 12 de la mañana. Nona: sobre las 15 horas. Vísperas: en torno a las 18 horas, cuando se pone el sol. Completas: antes del descanso nocturno, hacia las 21:00. Estos horarios variaban en función de la estación del año.

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Las horas a su vez se dividían en dos: horas mayores en las que era obligatorio que toda la comunidad eclesiástica acudiese a orar a misa. Correspondían con los Maitines, los Laudes y las Vísperas. Y horas menores en las que no era obligatorio ir a misa. Al escuchar el reloj se interrumpían las labores y había que orar en el lugar donde se encontrasen.

EL NUMERO IIII. Si miramos con atención el reloj observaremos que en la posición del 4 no aparece la inscripción romana IV, sino que curiosamente aparece escrito con 4 palitos (IIII). También lo veremos en otros relojes como el de la puerta del Sol de Madrid o el del Ayuntamiento de Orense, entre otros.

Hay múltiples teorías sobre el porqué de esta forma de representar el 4. Veamos algunas de ellas, que no todas:

-Estética: por la simetría en cuanto al número de dígitos con su opuesto el VIII.

-Histórica. El rey Carlo V de Francia al encargar un reloj, le recriminó al relojero el haber escrito el 4 como IV y no como IIII. El artesano le dijo que se equivocaba. El rey, apodado el Sabio, le dijo que él nunca se equivocaba y lo tuvo que cambiar. A partir de ahí muchos relojeros no se atrevían a contradecir a los reyes por temor y se mantuvo la tradición.

-Comodidad y confusión. El IV al quedar boca abajo en la esfera es más difícil de leer y además es fácil de confundir con el VI, que también queda boca abajo.

LA MAQUINARIA. Está distribuida en dos salas. Sobre la esfera interior, justo bajo el rosetón de la torre, vemos dos autómatas con forma de robot que actualmente no se usan y que tocaban una especie de campanadas hacia el interior anunciando las horas canónigas.

En los bordes tiene una curiosa y bella ornamentación, donde aparecen ocho bellotas posadas sobre copas que representan la eternidad y en el centro un ángel con una guadaña, que simbolizan todo lo contrario, el tiempo finito.

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Foto rescata de la página del consorcio, donde aparecen los autómatas.

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