sábado, 21 de septiembre de 2019

BÉCQUER Y LA LEYENDA DEL CRISTO DE LA CALAVERA.

Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla, pero pasó largas temporadas en casa de su hermano en Toledo, concretamente en la Calle San Ildefonso, donde todavía se puede ver por encima de los muros de una de las fachadas, el laurel que plantó el literato.

Era un gran poeta, novelista y entusiasta de la pintura, que plasmaba mediante grabados en algunos de sus escritos. Perteneció al romanticismo, y fue uno de los grandes escritores del siglo XIX. Entre las obras que escribió se encuentra una de las más importantes: “Rimas y leyendas”.  Cinco de estas leyendas están ambientadas en la ciudad de Toledo.

Muy resumida voy a relatar cómo se desarrolla la leyenda “El Cristo de la Calavera”.

La historia nos lleva a la época de la Reconquista de la Península Ibérica. El rey Alfonso VIII da una gran fiesta en el Alcázar de Toledo un día antes de la partida de las tropas a la guerra. A esta fiesta están invitados los caballeros y los nobles de la ciudad.

Entre los asistentes se encuentra una de las damas más guapas de Toledo, Doña Inés de Tordesillas. Su belleza tenía enamorada a todos los caballeros. Aquella noche dos de estos caballeros, D. Alonso de Carrillo y D. Lope Sandoval , se pasaron la velada cortejando a Doña Inés a base de halagos, piropos y galanterías.

Doña Inés aturdida por la excesiva atención, decidió alejarse de ambos contendientes amorosos. Con las prisas se le cayó un guante, y los dos caballeros fueron prestos a cogerlo. El rey, viendo la disputa que se cernía, intervino cogiendo el guante y entregándoselo a la bella dama.

Los dos jóvenes acordaron batirse en duelo después de la fiesta, y de esta forma decidir quién sería el que podría cortejar a Doña Inés.

Quedaron, como así era costumbre, en una zona oscura, alejada y silenciosa de Toledo. En esta confluencia de dos calles había una cruz, junto a una calavera y alumbrada por un pequeño farolillo de aceite.

Nada más verse, rezaron una oración, hicieron la señal de la cruz, desenvainaron sus espadas y se lanzaron al combate. Pero al chocar las armas el farolillo se apagó, lo que hizo que los dos caballeros se separan mirándose sorprendidos.

Enseguida iniciaron la contienda, pero volvió a ocurrir lo mismo. Alonso y Lope volvieron a separarse e hicieron algún comentario sobre lo extraño de la situación.

Aun así continuaron con el lance, y tras volver a apagarse el pequeño farolillo, guardaron las espadas, se abrazaron y decidieron que el Cristo que les vigilaba no deseaba que lucharan.

Decidieron ir al balcón donde dormía Doña Inés, para declararle su amor, y que ella eligiese al afortunado caballero que podría pretenderla. Al llegar al balcón se quedaron sorprendidos al observar como del ventanal del dormitorio de la dama bajaba un hombre apresuradamente, mientras se despedía de Doña Inés de forma más que amorosa. Los dos galanes se marcharon del lugar dando grandes carcajadas.

Doña Inés se quedó preocupada por poder ver mancillado su honor, pero se tranquilizó cuando por la mañana pudo observar como los tres caballeros se encontraban entre las tropas que partían a la guerra.







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