sábado, 21 de septiembre de 2019

LEYENDA DEL PUENTE DE SAN MARTÍN.


Enrique de Trastámara y Pedro I, el Cruel, protagonizaron una gran guerra civil en Castilla que duró varios años. Muchas de sus contiendas se libraron en Toledo, y concretamente en el puente de San Martín. Este puente daba paso a Toledo a través de una de sus puertas. Esto provocó que el puente sufriese muchísimos daños.

Tuvieron que pasar varios años, hasta que en torno al año 1390, el arzobispo Pedro Tenorio manda llamar a uno de los arquitectos más prestigiosos de la época, para que llevara a cabo la reforma del puente, haciéndolo más resistente y de mayor envergadura.
Días antes de la inauguración de la obra, el arquitecto se dio cuenta que no había realizado bien los cálculos, lo que haría que tras quitar el soporte de madera (cimbra), que sostenía el arco central, el puente se derrumbaría sobre el río.

La mujer del arquitecto observó cómo su marido estaba todo el día compungido y preocupado. Tras preguntarle varias veces por su extraña actitud, le contó lo que ocurría. Este error aritmético cometido le haría caer en deshonra, perder todo el prestigio, e incluso sería castigado.

Aquella misma noche una gran tormenta arreciaba sobre Toledo. La mujer del alarife (maestro de albañilería en árabe), sin contarle nada a nadie, salió de madrugada, ocultándose entre la oscuridad y los callejones, prendió fuego a una antorcha y la arrojó a los andamiajes de madera del puente que, no sin dificultad, comenzaron a arder hasta que la cimbra se quemó, y la estructura central del puente cayó sobre el río.

Los vecinos oyeron un gran estruendo, pero lo achacaron a los truenos provocados por la terrible tormenta. A la mañana siguiente todos los toledano, incluido el arzobispo, dedujeron que un rayo había caído sobre el puente, quemando el armazón de madera, y provocando la caída del viaducto.

Don Pedro Tenorio mandó construir de nuevo el puente al arquitecto, que esta vez sí que hizo bien todos los cálculos, y se pudo inaugurar sin ningún incidente.

La mujer del arquitecto, acuciada por su conciencia, acudió al arzobispo para contarle la verdad de lo sucedido. El prelado, asombrado por la bondad, el ingenio, el valor, la nobleza y el amor profesado hacia su marido, guardó el secreto y mandó construir una talla con la imagen de esta valerosa mujer en la clave del puente, que hoy en día todavía se puede ver desde ambos extremos del mismo.









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