sábado, 21 de septiembre de 2019

LEYENDA DE “EL CRISTO DE LAS CUCHILLADAS”.


-ÉPOCA DEL SUCESO: la leyenda se sitúa en Toledo a mediados del siglo XIV, durante el reinado de Enrique IV “El Impotente”, apodo que hacía referencia a su incapacidad para gobernar.

Durante esta época la nobleza tenía un poder que en ocasiones superaba al del propio rey. Esto hacía que hubiese muchas familias de la nobleza toledana enfrentadas por ser ellos los más cercanos e influyentes en las decisiones de la realeza.

Esta época de turbulencias entre familias llegó a su mayor apogeo en el enfrentamiento que mantenían dos linajes: el de los Silva, a los que seguían los conversos (cristianos nuevos), y el de los Ayala, a los que protegían los cristianos viejos.

-LEYENDA: Don Diego de Ayala y una bella dama toledana llamada Isabel mantenían un bonito romance. Cuenta la leyenda que un día cualquiera de aquella época, mientras estaba ya anocheciendo en Toledo, Don Diego se dirigía a casa de su amada situada en el barrio de San Justo. Al pasar por la iglesia se paró a rezar al Cristo de la Misericordia, localizado en una de las esquinas del templo.

De pronto, escuchó a lo lejos la llamada de socorro de una mujer que gritaba desesperada. Sin pensarlo, siguió el sonido de los lamentos de la dama, y al doblar una de las esquinas se encontró en plena calle con unos caballeros que acosaban a una guapa mujer. Sorprendido vio  que la joven era su amada Isabel y que los caballeros pertenecían a la familia de los Silva.

Sin pensar en la desventaja que tenía, desenvainó su espada de acero toledano y consiguió sorprender a los captores, consiguiendo arrebatar a Isabel de sus garras. Pero enseguida les alcanzaron y les rodearon, justo en la esquina de la iglesia de San Justo, debajo del Cristo de la Misericordia, al que antes le había orado.

Desesperado, herido, protegiendo a Isabel, en la oscuridad de la noche, con la luna llena y un farolillo encendido por testigos, apoyó su espalda en la pared de la iglesia de San Justo, y suplicó al Cristo que salvara a su amada aunque fuese a cambio de su vida. En ese momento la pared donde estaban apoyados se abrió como si se tratase de un suave velo, y aparecieron inesperadamente en el suelo del templo.

Los Silva intentaron pasar, pero la pared ya era otra vez de piedra. Sacaron sus cuchillos e intentaron traspasar la piedra a cuchilladas sin ningún éxito. Decidieron ir a la puerta de la iglesia para forzarla e intentar pasar, pero en ese momento ocurrió otra situación inesperada: las campanas empezaron a sonar de forma rápida y con fuerza. El párroco y los vecinos salieron alarmados a la calle creyendo que se estaba produciendo un incendio en algún edificio del barrio. Los  Silva huyeron del lugar para no ser sorprendidos.

Los vecinos, acompañados del sacerdote, entraron en la iglesia para comprobar lo que había pasado. Todo estaba normal pero detrás del altar, acurrucados, sollozando, asustados y rezando se encontraba una joven pareja. Tras narrar a los parroquianos lo sucedido, todos interpretaron que lo acontecido aquella noche había sido un milagro del Cristo, que les había salvado la vida.




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