miércoles, 18 de septiembre de 2019

COBERTIZOS.


Un cobertizo es la unión entre dos casas que están en frente una de otra. Esta unión se realizaba por la parte más alta de la casa, permitiendo la comunicación entre una y otra vivienda. En la parte de la calle quedaba un pequeño túnel.

¿Por qué aparecieron estas construcciones tan curiosas? se edificaron tanto en época musulmana como cristiana, aunque proliferaron en la Edad Media. Podemos hablar de hasta 3 causas por las cuales afloraron estos pasos aéreos:

Motivos de convivencia: permitía la comunicación entre vecinos sin necesidad de bajar a la calle. La mayoría de los cobertizos se encontraban, y se encuentran actualmente, en la zona donde más conventos hay en la ciudad. Esto permitía que el clero pudiese transitar por las dos partes del convento, sin tener que bajar a la calle constantemente, y así evitar los peligros que había en aquella época.

Motivos económicos: en la Edad Media se pagaba el impuesto por la vivienda en función de los metros cuadrados que ocupaban de suelo. Por lo tanto, la parte de la vivienda que ocupaban los cobertizos no pagaba impuestos, al no ocupar la superficie de la calle.

Motivos de habitabilidad: con la conquista de la ciudad de Toledo por parte de Alfonso VI de forma pacífica, empezaron a convivir las 3 culturas en la ciudad, con lo que se hacía complicado habilitar espacio dentro de las murallas para tantos habitantes. Estas viviendas en el aire permitían aumentar la habitabilidad de las viviendas a medida que las necesidades familiares lo requerían.

La afluencia de tantos cobertizos ocasionó algunos problemas a la ciudad: Toledo empezó a ser una localidad oscura, estas zonas tan estrechas se convirtieron en insanas y perniciosas, donde se acumulaba la suciedad. Eran lugares muy propicios para el robo y el hurto.

La solución que se dio para que no siguieran proliferando, fue dada por la reina Juna I de Castilla, conocida como Juana la Loca. En el año 1509 dictaminó que a partir de esa fecha no se podían construir más cobertizos. Obligó a que los existentes tuviesen una altura determinada, que no podía ser superior a la de un hidalgo subido en su caballo, con su lanza en vertical sobre el estribo del rocín. Si la altura era inferior tenían un plazo para derribarlo.

El ingenio español afloró, y algunos propietarios redujeron el nivel de la calle para alcanzar la altura establecida, como ocurrió en el cobertizo de Santa Clara.

Otra norma que se impuso fue la de tener que estar alumbrado durante todo el día, siendo los propietarios los encargados de abonar los gastos de esta iluminación.

Los más conocidos actualmente son el de Santa Clara, el de Santo Domingo el Real y el del Colegio de Doncellas. También es muy famoso el de San Pedro Mártir, situado en lo que actualmente es parte de la Universidad de Castilla-La Mancha. Situados en calles muy estrechas y rodeados de conventos, son lugares muy tranquilos y acogedores.

De ellos se cuentan historias trágicas como la del cobertizo del Arquillo del Judío. Unía el barrio más grande de los judíos (los arrabales) con la judería mayor (junto a San Juan de los Reyes). En 1391 los cristianos asaltaron y saquearon la judería después de forzar las puertas que se cerraban de noche.
También historias heroicas. Se cuenta que el rey Alfonso VIII obligaba a pasar a sus ejércitos debajo de estas edificaciones antes de salir hacia el combate como respeto a sus habitantes.

Y por supuesto historias románticas y leyendas, que fueron contadas por escritores y artistas que paseaban por estos estrechos laberintos para inspirarse como Lope de Vega, Quevedo, Góngora o Garcilaso.




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