Nos trasladamos a mediados del siglo VI. Los visigodos
dominan la Península Ibérica. La capital de este reino es Toledo. A pocos
Kilómetros de Toledo edifican un palacio, una iglesia y varias dependencias
para pasar sus días de ocio y descanso, alejados de la capital.
En el año 711 los musulmanes entran por el sur de la
Península. Avanzan rápidamente y sin apenas oposición. El rey, la nobleza y
clero visigodo toledano, temerosos, entierra varias coronas votivas (ofrecidas por
los reyes Recesvinto, Suintila …), así como diversas joyas. Las esconden dentro
de varias tumbas del cementerio que hay junto a esta residencia, en una zona
denominada Guarrazar. Su intención es volver a recuperar estos tesoros cuando
pase el peligro árabe. Los reyes visigodos no volvieron y el tiempo borró de la
memoria este suceso.
Avanzamos en el tiempo hasta el año 1858. El camino de
Toledo a la localidad de Guadamur, situada a 15 Km, era muy frecuentado. A
mediados de agosto de ese año estuvo lloviendo torrencialmente varios días en
esta zona. El agua descubrió buena parte del antiguo cementerio, provocando el
desplazamiento de varias lápidas. Hacia el
24 de agosto de este año, un matrimonio, de forma fortuita, al pasar por
el antiguo cementerio de Guarrazar, descubre asombrado una colección de
coronas, cruces de oro, piedras preciosas y otros objetos litúrgicos. El
matrimonio transporta secretamente estos tesoros a su domicilio, troceando las
coronas y vendiéndolas a muy bajo precio a diferentes plateros toledanos.
LA CASA DEL DIAMANTISTA. Esta preciosa casa está situada a
orillas del río Tajo, en el paseo del Barco de Pasaje. Aunque estaba situada en
el barrio de los tintes, un barrio pobre de Toledo, esta casa denominada “Casa
Tinte del Barco” se utilizaba como industria, por lo que proporcionaba muchos
beneficios. Hacia mediados del siglo XIX deja de poseer valor industrial, y la
utiliza el Hospital de Dementes de Nuncio Viejo para la beneficencia.
Con la ley de desamortización de Madoz, sale a subasta y
hacia el año 1859 es adquirida por D. D.
José Navarro, el más famoso joyero de la corte. Este diamantista hizo la famosa
corona de la reina Isabel II. Tanto dinero ganó que con 45 años cuando adquirió
esta casa del Barco de Pasaje en Toledo, y se retiró a vivir en ella,
reformándola con un gusto delicado. Parecía un pequeño baluarte almenado con desembarcadero
propio, una escalera que descendía hasta el mismo nivel del río Tajo. Tenía un elegante
jardín y una encantadora terraza circular con majestuosas vistas al río, al
Cerro del Bú y a la ermita del Valle.
José Navarro, gran conocedor del arte plateresco, se percató
que las joyas adquiridas por los joyeros toledanos procedentes de Guarrazar
pertenecían a un tesoro visigodo, y compró a estos orfebres todas aquellas reliquias
que todavía no habían sido fundidas.
Le comunicó a un rico y afamado profesor de francés afincado
en España, D. Adolfo Herouart Chivot, este hallazgo. Compraron la tierra al
propietario donde habían encontrado las coronas, desconocedor de la existencia
de estas joyas, y de esta forma pudieron obtener más partes del tesoro.
José Navarro reconstruyó unas 9 coronas votivas del tesoro
visigodo y se las vendió al Gobierno francés. Desde entonces pasaron a formar
parte del Museo de Cluny en Paris. En el año 1941 se pudieron recuperar 6. Las
podemos ver en el Museo Arqueológico de Madrid. Se dice que no se las ofreció a
la reina española por venganza, debido a que ésta tardó más de 5 años en
abonarle la corona que le hizo.
La mezcla de las coronas visigodas con la que realizó a la
reina Isabel II, hizo que la tradición oral y una pluma fantasiosa, crearan la
famosa leyenda de la casa del diamantista.
Muy interesante!!!
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro que te haya gustado.
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