ESPLENDOR.
Durante los primeros 9 años, la Orden de los templarios sólo la compusieron 9
caballeros, pero en poco más de 100 años su número llegó a ser de hasta 35.000
personas, y estaban extendidos por todo occidente.
Su
función principal consistía en ayudar a los reyes en sus guerras contra los
musulmanes. A cambio, recibían dinero y posesiones de todo tipo: castillos,
barcos, templos y tierras.
Esto
hizo que la Orden fuese inmensamente rica en pocos años, convirtiéndose en los
banqueros de Europa durante el siglo XII. Los que acudían a ellos a pedir
créditos eran los reyes y los nobles para financiar Las Cruzadas en Oriente.
Además, se les encomendó la custodia de muchos objetos sagrados para que
estuvieran protegidos de incursiones enemigas.
OCASO.
En el año 1285 Felipe IV de Francia, apodado “el Hermoso”, heredó el trono de
Francia, y con él todas las deudas que habían contraído con estos nobles
caballeros. Felipe deseaba el dinero y las posesiones de los templarios. Era
también la ocasión perfecta para acabar con una organización exenta del pago de
tributos, que no quería fusionarse con otras órdenes y no se dejaba controlar
por la realeza.
Lo
que el rey hizo fue convencer al Papa Clemente V de que su enorme poder podía
hacer peligrar la primacía de la nobleza y la iglesia en Europa. El Papa dictó
una bula papal por la cual no condenó a
la Orden, pero sí dictó su disolución. Esto hizo que se comenzase un enorme
proceso de persecución hacia los componentes de esta orden, con el objetivo de
despojarles de todas sus riquezas y de todo su poder.
Las
acusaciones que se les imputaron fueron de toda índole: sacrilegio a la cruz,
herejía, sodomía, homosexualidad, adoración a ídolos paganos, renegar contra
Cristo, idolatría o realización de ritos de culto a satanás, entre otros.
Para
que los templarios confesaran estas barbaridades de las que se les acusaba, les
sometieron a múltiples torturas. Muchos fueron condenados a muerte en los Autos
de Fe y quemados en la hoguera, fallecieron durante las torturas, estuvieron apresados
en las cárceles y la mayoría huyeron y se dispersaron, hasta que en el año 1307
acabaron con el último maestre, aboliendo y disolviendo de esta forma la Orden
de los Templarios.
En
otra bula, el papa decretó que parte de
los bienes confiscados quedaran en manos de los caballeros hospitalarios y
parte pasaran a los reinos donde se hallaban sus posesiones. Los hermanos del
Temple declarados inocentes, así como los que confesaron su culpabilidad pero
se reconciliaron con la Iglesia, les permitieron vivir en las antiguas casas de
la orden o bien unirse a otra orden militar.
A
partir de entonces surgieron en torno a esta orden multitud de leyendas y
mitos. Por ejemplo se empezó a asociar al viernes 13 con un día maldito, debido
a que fue el día en que fue detenido en Francia Jacques de Molay, el último
Gran Maestre de la Orden del Temple, junto con un gran número de caballeros
templarios.
En
el año 1314 Molay fue quemado vivo frente a la Catedral de Notre Dame. Antes de
morir este Gran Maestre lanzó una maldición en la que vaticinaba que tanto el
rey Felipe como el Papa Clemente morirían en un año. En el año siguiendo
fallecieron el papa Clemente V, Felipe IV por un accidente de caza y su
consejero envenenado.
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