Situada en la parte más baja de la fachada sur de la
catedral de Toledo, oculta en una hornacina, hierática, tras un sucio cristal,
protegida por un vierte aguas y acompañada de un farol que la alumbra por las
noches, apenas se vislumbra la talla de una Virgen de color negro con un niño
en sus brazos.
La propiedad, origen y autenticidad de la imagen está
rodeada de un halo de misterio. Hay algunas teorías e hipótesis que apuntan a
que esa Virgen Negra fue la imagen que veneraban los caballeros templarios en
la iglesia de San Miguel el Alto, cuando se alojaban en la hospedería situada
junto a esta iglesia, la verdadera y original Virgen de los Dolores.
En torno a los templarios siempre han existido multitud de
leyendas y símbolos, sobre todo relacionados con la búsqueda del Santo Grial,
la Mesa de Salomón o el Arca de la Alianza.
Sin embargo, su paso por Toledo es evidente y así lo
atesoran algunas certezas, como las marcas de cantería que hay en la Puerta
Llana de la catedral, más que probable de filiación templaria, o que la obra de
la catedral de Toledo fue financiada por los monjes caballeros de esta orden,
al igual que muchas de las catedrales que se construyeron en Europa.
Una certeza documentada es que en el año 1312 la Orden del
Temple fue extinguida, una vez que los templarios fueron perseguidos,
torturados y ajusticiados hasta su muerte, pasando sus riquezas a ser propiedad
del arzobispado toledano.
Sus bienes y posesiones que eran objeto de culto como
cálices, esculturas, símbolos, relicarios, crucifijos e imágenes eran
reutilizadas, una vez que se les había borrado cualquier huella templaria.
En ocasiones, si las imágenes habían sido muy reverenciadas
por la Orden se las retiraba del culto por mucho tiempo, para luego volver a
aparecer con nuevos hábitos, semblante e incluso distinto color.
La suerte que otras imágenes corrían era la de quedar relegadas
al ostracismo en destinos humildes como pequeñas capillas, oratorios u
hornacinas. Puede que este fue el destino durante muchos años de la Virgen
morena a la que nos referimos.
El color de esta Virgen, su apariencia, vestimenta,
estilización, tamaño y postura lateral del niño que sostiene en su regazo la
sitúan en el románico, a finales del siglo XII o principios del XIII,
asemejándose a una enigmática "Dama Negra del Grial", descendiente de
los antiguos cultos a la Madre Tierra.
Si tenemos en cuenta que la Sala Capitular de la Catedral,
que se encuentra pegada a ese muro por el interior, se mandó construir por el
Cardenal Cisneros entre 1504 y 1512, se deduce que anteriormente esta talla
tuvo que estar en otro templo.
Los toledanos llaman a esta imagen la Virgen del Tiro desde
el siglo XIX hasta la actualidad, debido al “tiro” de cuerda maniobrado por una
polea situado por encima de la hornacina, construido en esa época, y que servía
para meter en el taller de cera de la catedral los materiales para elaborar la
cera. También este aparejo pudo ser utilizado para introducir los materiales
que se utilizaban en el mantenimiento de la basílica.
Realidad o misticismo, lo cierto es que esta talla procede
de tiempos muy lejanos y nos sigue mirando desde su ubicación sin que los
hombres podamos deducir su verdad.
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