sábado, 21 de septiembre de 2019

LOS ROMANOS Y EL AGUA EN TOLEDO.



Históricamente el abastecimiento de agua a los habitantes de Toledo ha sido siempre un problema muy difícil de solucionar. Veamos cómo lo remediaron los romanos. Para comprender la importancia que este pueblo daba a todo lo relacionado con el agua, evoco una cita del escritor romano Vitrubio: “El agua es imprescindible para la vida, para satisfacer las necesidades placenteras y para el uso de cada día”.

Las legiones romanas conquistan Toledo en el año 192 antes de Cristo. Se encuentran con una ciudad fortificada, pero sin ningún tipo de obra hidráulica. Este pueblo en unos años consiguió recoger el agua, purificarla lo más posible, distribuirla, canalizarla, repartirla y subirla a las edificaciones y fuentes. Después, consiguieron eliminarla adecuadamente, cuando ya la habían usado.

Varios fueron los problemas que encontraron para conseguir agua potable:

-Llovía muy poco por lo que los pozos y aljibes no se llenaban lo suficiente para proveer a todos los habitantes.

-Apenas existen aguas subterráneas debido a que el terreno es muy impermeable y el agua no se filtra.

-Las que existían eran muy salobres, de hecho todavía hay calles cuyo nombre nos recuerdan esta circunstancia (Pozo Amargo, Fuente Salobre, etc.).

-Hay un desnivel de más de 100 metros entre el río Tajo y el cerro donde se sitúa la ciudad amurallada.

-El agua del Tajo contiene muchos sulfatos, siendo de una funesta calidad para su empleo.

Para paliar este problema, lo primero que hicieron fue localizar una fuente natural de agua lo más sana posible, y con un gran caudal. La encontraron a varios kilómetros hacia los Montes de Toledo, concretamente en el pueblo de Mazarambroz (a 30 Km. de Toledo). Allí construyeron la presa de Alcantarilla, de 450 metros de longitud y 4,5 metros de espesor. Recogía las aguas del río Guajaraz y tras recorrer más de 35 Km., salvando cotas de hasta 710 metros y pasando por 5 localidades, llegaba a la ciudad. Su entrada a Toledo era por lo que ahora es la Academia de Infantería. Cruzaba el Tajo gracias a la construcción de un gran acueducto. Este acueducto subsistió hasta el siglo IX.

Los canales de conducción hasta la ciudad los hicieron salvando, mediante diferentes métodos de ingeniería, todos los desniveles que se encontraron en el largo camino. Este tipo de canalización resguardaba el agua de la luz, el calor y de posibles contaminantes externos, llegando las aguas inmunes a su lugar de destino.

Una vez en la ciudad, el acueducto llegaba a depósitos urbanos,  el principal localizado hace poco tiempo y denominado “Las Cuevas de Hércules”. Estos depósitos eran utilizados para regular los consumos y como filtros de arena. Desde estos salían unas tuberías construidas en barro cocido o plomo hacia pequeños depósitos, situados estratégicamente por la ciudad, desde donde se establecían las diferentes acometidas con su respectiva tasa de agua, hacia las distintas fuentes y puntos de consumo.

Buena parte de todas estas estructuras hidráulicas se han descubierto en Toledo bajo casas particulares. Se pueden visitar de forma gratuita. Podemos agruparlos en 4 grupos: depósitos o aljibes, conduc­ciones de agua, complejos termales y cloacas. Con estas últimas resolvieron perfectamente la eliminación de aguas sucias mediante una red de saneamiento, que se completaba con la instalación de aliviaderos por todas las calles de la ciudad destinados a recoger todas las aguas de lluvia.

Cuando se destruyó el acueducto, el problema del abastecimiento de agua en Toledo nunca se solucionó, salvó los pocos años que funcionó el famoso artificio de Juanelo Turriano durante el siglo XVI. Hasta el año 1948 no se resolvió definitivamente, imitando (y así persiste actualmente), el antiguo modelo romano, con las variantes tecnológicas producto del desarrollo, a través de los pantanos del Torcón y del Guajaraz. Aun así en  1982 aún se contaba con un pozo o aljibe por cada tres viviendas aproximadamente.






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