Una momia es un cadáver que se ha desecado
sin pudrirse, y en esta situación se conserva para siempre. Este proceso puede
producirse de manera natural o por procedimientos realizados por el hombre. Por
ejemplo, en Egipto las momificaciones se llevaban a cabo a través de un proceso
de embalsamiento realizado artificialmente por el hombre. En Toledo la multitud
de momias que existen se han conservado de forma natural.
El hecho de que se conserven sin degradarse se debe al frío que hace en la parte antigua
de la ciudad y principalmente a causa de la enorme sequedad de la urbe en esta
zona, pues el Tajo se encuentra muy por debajo de la cota del gran peñón que
forma Toledo en la parte de intramuros. Esto impide la aparición de
microorganismos. El cuerpo pierde toda el agua de forma muy rápida y se
momifica.
Estos cuerpos están como acartonados, con la
piel pegada a los huesos, sin vendas y de forma parecida a como fueron
enterrados. Parecen muñecos de cartón. La razón de que tengan ese aspecto de
horror o dolor nada tiene que ver con que se enterraran en esas circunstancias.
Esto es debido a que las mandíbulas y parte de la piel de la cara se les ha
caído, al no estar amortajados y encontrarse en posición vertical, con lo que
hace que parezcan que estén gritando.
La iglesia consideraba este tipo de cuerpos
como que eran un hecho milagroso, conocido como el virtus, por la virtud de la santidad
que la iglesia les otorgaba. Por esa razón hay muchos clérigos a los que se les
considera santos, por permanecer sus cuerpos incorruptos, sólo por el hecho que
se conserven sin degradarse. En Toledo no solo se conservan momias de reyes o
personajes importantes de la historia, sino que también podemos encontrar en
estas circunstancias multitud de cuerpos de personas corrientes.
Estas momias se han encontrado principalmente
en las iglesias y conventos, así como en los alrededores de estos templos, lugares
donde se han enterrado a las personas durante muchísimos años. Alfonso X El
Sabio dictaminó que los cristianos deberían enterrarse en el entorno de las
iglesias y no en pleno campo como los animales.
En realidad, dentro de la muralla se puede
afirmar que Toledo es un enorme camposanto. Fue Carlos III quien dictaminó
sacar los cementerios extramuros, fuera de las ciudades, debido a que quitaban
espacio para construir y además eran un foco de enfermedades.
Cuando había
alguna epidemia el famoso carro de los muertos iba recogiendo a los fallecidos
para enterrarlos en las iglesias y sus alrededores. A su paso contaminaba toda
la ciudad.
Pero en realidad a la mayoría de los que
estaban enterrados dentro de la muralla no los trasladaron, sobre todo a los
que se encontraban en las capas más inferiores del cementerio. Por esa razón en
muchas excavaciones aparecen multitud de momias.
Igualmente, este rey prohibió que se edificaran
casas donde había personas enterradas hasta pasados 100 años, pero en Toledo esto
no se respetó, debido a la falta de espacio, con lo que se construyó encima de
los cementerios sin ninguna espera. De esta situación surgen todas las
anécdotas relacionadas con fantasmas y espíritus.
Os dejo una foto de las
momias de San Andrés hechas por el magnífico fotógrafo toledano David Utrilla.
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