El río Tajo ha proporcionado a los
habitantes de Toledo y Talavera multitud de oficios a lo largo de muchos siglos. Azacanes (este es el
nombre de origen árabe que recibían los porteadores de agua que abastecían a la
ciudad. Para ello se servían de una caballería o un carro de manos),
lavanderas, barqueros, agricultores, areneros, poceros, cañeros (encargados de la
conservación y buen estado de la cañería que abastecía de agua la ciudad),
neveros o gancheros han aprovechado el agua del río para sus profesiones.
Igualmente, la industria aprovechó las
aguas del río para su desarrollo, este es el caso de los alfareros, tintoreros,
molineros, curtidores, carniceros o bataneros. Incluso los espaderos utilizaban
el agua y la arena del Tajo para el acero de sus espadas.
Hoy veremos el desaparecido pero curioso
oficio de LOS GANCHEROS. Este oficio se desarrolló desde la época musulmana
hasta principios del siglo XX. Su actividad consistía en traer desde las
Serranías de Cuenca y Guadalajara, a través del cauce del río Tajo, la madera
de pino que se necesitaba en la ciudad para la construcción de edificios
civiles y religiosos.
La demanda de madera de la ciudad era superior a lo que podía ofrecer su
entorno más cercano, especialmente los Montes de Toledo, cuya fuente forestal
se centraba más en otros productos como el carbón y la leña al no poseer en
cantidad suficiente las especies más usadas en construcción como podían ser el
pino o la sabina.
Comenzaban a trabajar en marzo y
terminaban a mediados de verano. Era un trabajo muy peligroso, pues el caudal
del río era más grande que actualmente. Tenían que sortear los vados, rápidos,
meandros, azudes, corrientes, estrechos o las enormes piedras que encontraban
en el recorrido del río.
Estas maderadas parecían como un bosque flotante, como un rebaña de troncos
guiado por estos gancheros, pertrechados de un enorme palo con un gancho al
final, con el que desde las orillas del río y dentro del propio río iban dirigiéndolos a lo largo de
todo el cauce.
Por pequeña que fuera la maderada el número de gancheros solía ser de un
centenar y en las grandes llegaban a superar el medio millar, distribuidos a lo
largo de todo el río. Algunas de estas maderadas podían llegar a los 100.000
pinos. Este proceso duraba varios meses desde que se producía el cortado de la
madera, la preparación, conducción y recepción en los diferentes aserraderos de
las ciudades de destino.
El destino de estos troncos eran Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina. A
la entrada del río por las ciudades había aserraderos, donde se recibían los troncos.
Primero se dejaban secar, para luego ser tratados en función del uso que se les
fuese a dar. Posteriormente, con carros y mulas eran trasladados a las casas de que los demandaban. La foto que os muestro fue un aserradero, antes
de convertirse en central hidroeléctrica, hasta que fue abandonada por falta de
uso.
Las hazañas de estos
trabajadores, sus costumbres y su forma de vida las describió el escritor José
Luis Sampedro en la novela “El río que nos lleva”. Al cabo de varios años se
llevó al cine.
Esta actividad fue cayendo en declive en toda España a partir del siglo
XIX, debido a que la necesidad de madera era cada vez menor, pues eran pocos
los edificios nuevos que se hacían de madera. La desaparición casi por completo
llegó con la llegada del ferrocarril, hecho que en Toledo se produjo en el año 1858.
El oficio de ganchero también se llevó a cabo
en los ríos Ebro, Júcar, Segura y Guadalquivir, que conducían las maderadas
hasta ciudades como Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Cádiz o El Ferrol.
También existió esta actividad en buena
parta de Europa, como Alemania, Austria, Francia o Italia, a través de ríos más
navegables como el Rhin o el Sena. En este caso la conducción se hacía con los
gancheros subidos en balsas que dirigían a los troncos por el río. Esta forma
diferente de canalizar los troncos de madera se podía hacer en estos ríos
debido a un enorme caudal y a la ausencia de obstáculos. En España, salvo en el
río Ebro, el caudal era muy bajo y se encontraban con muchos obstáculos y
grandes accidentes en el lecho del río, por lo que los troncos eran conducidos
por los gancheros desde la orilla.
Actualmente se recrea este oficio, celebrando
una fiesta el primer sábado de septiembre de forma rotativa en los municipios
de Poveda de la Sierra, Peñalén, Zaorejas, Taravilla y Peralejos de las Truchas. La foto que os dejo forma parte de esta recreación.
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ResponderEliminarMuchas gracias. Hay mucha más historia sobre este tema, sumamente interesante. Si quieres más información, dímelo y te paso un link muy interesante.
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