sábado, 18 de abril de 2020

GANCHEROS EN EL TAJO

El río Tajo ha proporcionado a los habitantes de Toledo y Talavera multitud de oficios a lo largo de muchos siglos. Azacanes (este es el nombre de origen árabe que recibían los porteadores de agua que abastecían a la ciudad. Para ello se servían de una caballería o un carro de manos), lavanderas, barqueros, agricultores, areneros, poceros, cañeros (encargados de la conservación y buen estado de la cañería que abastecía de agua la ciudad), neveros o gancheros han aprovechado el agua del río para sus profesiones.

Igualmente, la industria aprovechó las aguas del río para su desarrollo, este es el caso de los alfareros, tintoreros, molineros, curtidores, carniceros o bataneros. Incluso los espaderos utilizaban el agua y la arena del Tajo para el acero de sus espadas.

Hoy veremos el desaparecido pero curioso oficio de LOS GANCHEROS. Este oficio se desarrolló desde la época musulmana hasta principios del siglo XX. Su actividad consistía en traer desde las Serranías de Cuenca y Guadalajara, a través del cauce del río Tajo, la madera de pino que se necesitaba en la ciudad para la construcción de edificios civiles y religiosos.

La demanda de madera de la ciudad era superior a lo que podía ofrecer su entorno más cercano, especialmente los Montes de Toledo, cuya fuente forestal se centraba más en otros productos como el carbón y la leña al no poseer en cantidad suficiente las especies más usadas en construcción como podían ser el pino o la sabina.

Comenzaban a trabajar en marzo y terminaban a mediados de verano. Era un trabajo muy peligroso, pues el caudal del río era más grande que actualmente. Tenían que sortear los vados, rápidos, meandros, azudes, corrientes, estrechos o las enormes piedras que encontraban en el recorrido del río.

Estas maderadas parecían como un bosque flotante, como un rebaña de troncos guiado por estos gancheros, pertrechados de un enorme palo con un gancho al final, con el que desde las orillas del río y dentro del propio río iban dirigiéndolos a lo largo de todo el cauce.

Por pequeña que fuera la maderada el número de gancheros solía ser de un centenar y en las grandes llegaban a superar el medio millar, distribuidos a lo largo de todo el río. Algunas de estas maderadas podían llegar a los 100.000 pinos. Este proceso duraba varios meses desde que se producía el cortado de la madera, la preparación, conducción y recepción en los diferentes aserraderos de las ciudades de destino.

El destino de estos troncos eran Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina. A la entrada del río por las ciudades había aserraderos, donde se recibían los troncos. Primero se dejaban secar, para luego ser tratados en función del uso que se les fuese a dar. Posteriormente, con carros y mulas eran trasladados a las casas de que los demandaban. La foto que os muestro fue un aserradero, antes de convertirse en central hidroeléctrica, hasta que fue abandonada por falta de uso.

Las hazañas de estos trabajadores, sus costumbres y su forma de vida las describió el escritor José Luis Sampedro en la novela “El río que nos lleva”. Al cabo de varios años se llevó al cine.

Esta actividad fue cayendo en declive en toda España a partir del siglo XIX, debido a que la necesidad de madera era cada vez menor, pues eran pocos los edificios nuevos que se hacían de madera. La desaparición casi por completo llegó con la llegada del ferrocarril, hecho que en Toledo se produjo en el año 1858.

El oficio de ganchero también se llevó a cabo en los ríos Ebro, Júcar, Segura y Guadalquivir, que conducían las maderadas hasta ciudades como Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Cádiz o El Ferrol.

También existió esta actividad en buena parta de Europa, como Alemania, Austria, Francia o Italia, a través de ríos más navegables como el Rhin o el Sena. En este caso la conducción se hacía con los gancheros subidos en balsas que dirigían a los troncos por el río. Esta forma diferente de canalizar los troncos de madera se podía hacer en estos ríos debido a un enorme caudal y a la ausencia de obstáculos. En España, salvo en el río Ebro, el caudal era muy bajo y se encontraban con muchos obstáculos y grandes accidentes en el lecho del río, por lo que los troncos eran conducidos por los gancheros desde la orilla.

Actualmente se recrea este oficio, celebrando una fiesta el primer sábado de septiembre de forma rotativa en los municipios de Poveda de la Sierra, Peñalén, Zaorejas, Taravilla y Peralejos de las Truchas. La foto que os dejo forma parte de esta recreación.




2 comentarios:

  1. Respuestas
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