Alfonso VIII de Castilla es proclamado rey de Castilla en el
año 1170. Se casa con Leonor de Inglaterra. El rey tenía 14 años y la reina 10
años cuando contrajeron matrimonio.
Años más tarde, Alfonso VIII “El Noble” se enamoró locamente
de una hermosa judía, a la que Lope de Vega llamó siempre la bella Raquel (Rahel
la Fermosa), nombre de marcado carácter bíblico.
Mantuvieron una relación de amor durante 7 años. Su nido de
amor se encontraba en el Palacio de Galiana de Toledo, la denominada Huerta del
Rey, junto al río Tajo (foto). El rey tenía abandonada a su esposa y
desatendido el gobierno de Castilla. Era una época donde la tregua que se
mantenía con los musulmanes era muy vulnerable.
En el año 1195 el rey Alfonso VIII es derrotado por los
musulmanes en la batalla de Alarcos (Ciudad Real). Tras esta batalla, su esposa
Leonor instiga a los nobles y a la iglesia, para que acaben con la vida de
Raquel, achacándola a ella el desgobierno del monarca.
El rey levantó en cólera tras el trágico suceso de la muerte
de su amada. La herida tardó en curar, pero finalmente y tras varios años,
Leonor y su esposo se reconciliaron, paz que se inmortalizó construyendo el
Monasterio de las Huelgas en Burgos donde están enterrados.
Todo apunta a que esta leyenda se creó con el objetivo de
justificar la deshonrosa derrota de los cristianos a manos de los almohades en la
histórica batalla de Alarcos.
Esta apasionada y desdichada historia inspiró desde el
principio a los escritores contemporáneos que la vivieron. Años más tarde estimuló
la fantasía de escritores españoles y extranjeros como Lope de Vega y sus seguidores,
contando diferentes versiones dramáticas de la leyenda. El amor entre Alfonso
VIII y la judía de Toledo ha ido dejando una estela literaria que ha llegado
hasta nuestros días.
El
propio Alfonso X “El Sabio”, un siglo después, recogió este amor como un hecho importante, que fue
pasando de boca en boca entre el pueblo, y que a modo de cantar de gesta,
exaltaba a su rey y la influencia que tuvo en el destino del reino.
Otras versiones de esta leyenda nos hablan de que Raquel
utilizaba la magia para seducir y mantener el amor de su amante, comparándola
con una hechicera o bruja. De esta forma justificaban al rey cristiano,
criminalizando a la judía de Toledo.
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