SUCIEDAD EN LAS CALLES. Las calles constreñidas e irregulares de Toledo, unido a la falta de un sistema de recogida de basura, provocó que durante muchos siglos la suciedad se expandiera por todos los recovecos de la ciudad.
La basura se arrojaba desde los
balcones a la calle, los excrementos producidos por los habitantes eran tirados
por la ventana al grito de “agua va”. Esto hacía que el lodazal y la
pestilencia que se producía fuese insoportable, acrecentándose en los meses más
calurosos del año. Sólo desaparecía la suciedad cuando llovía y arrastraba esta
suciedad hacia el río. Más fotos en mi blog, pinchando aquí:
CERDOS EN LAS CALLES.
Algunos conventos de Toledo criaban cerdos, entre ellos el de San Antón, aunque
no era el único. Estos conventos soltaban cada día sus cerdos por Toledo, con
el único objetivo de que se alimentasen de la basura que había por sus calles.
De esta forma la alimentación de estos animales les salía gratis.
Los puercos escarbaban en el
suelo descubriendo sótanos y subterráneos, provocando desperfectos en el firme
del suelo. Se metían en los mercados derribando los puestos de los
comerciantes, incluso atentaban a la integridad física de las personas,
llegando a atacar a niños pequeños. Al llegar la noche, eran guiados en piara
al convento donde pasaban la noche.
Durante la celebración del Corpus
Christi se remozaban en la espadaña que se echa en las calles el día anterior,
buscando el frescor, y se mezclaban entre la población que acudía a ver la
procesión.
FALTA DE HIGIENE EN LA EDAD
MEDIA. Durante muchos años los médicos consideraron que el agua, sobre
todo la caliente, debilitaba los órganos, y podía transmitir enfermedades.
Incluso se llegó a extender la idea de que una capa de suciedad protegía contra
las enfermedades. Lo más recomendable era asearse en seco, solamente con una
toalla limpia.
También creían que perjudicaba a
la vista, los dientes, daba palidez a la cara, debilitaba la piel en invierno y
la resecaba en verano. Para reforzar esta idea, en las iglesias se transmitía
que el baño era un lujo de gente presumida y pecaminosa.
Pero esta falta de higiene y el
rechazo a lavarse también era secundado por nobles y reyes. No solían darse más
de dos baños al año, y aconsejados por el médico. Los baños se realizaban en un
barreño grande llena de agua caliente. El padre de la familia era el primero en
bañarse. A continuación, el turno era para los demás hombres de la vivienda por
orden de edad. Después, el privilegio les llegaba a las mujeres y por último a
los niños con el agua ya bastante sucia. De ahí, el rechazo de los niños de la
época al baño.
La pestilencia que las personas
desprendían por debajo de sus ropas era disipada por los abanicos, que también
servían para ahuyentar los insectos que se acumulaban alrededor.
RAMO DE FLORES DE LAS
NOVIAS. En la Edad Media la mayoría de los matrimonios se celebraban en
el mes de junio, después del primer baño del año, que se hacía en mayo. De esta
forma el olor se podía aguantar. Aun así, las novias solían llevar ramos de
flores al lado de su cuerpo para disimular el mal olor. De esa época, ha
trascendido a nuestros días la tradición del ramo de flores y los adornos
florales en las bodas.
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