Según cuenta la Leyenda, San Cristóbal cambió su nombre de Réprobo, en el Bautismo, por el de Cristóforo, (conductor de Cristo). Es precisamente este nombre el que dará lugar a su iconografía en el mundo occidental.
Réprobo era un hombre físicamente
fuerte y grande que buscaba ponerse al servicio del rey más importante. Pero
conseguirlo le llevó mucho tiempo y muchos intentos.
Primero permanece al servicio
del rey de Canaán hasta que descubre que éste teme al diablo. Cristóbal piensa
que si el diablo es temido se debe a que tiene que ser más fuerte, por lo que
busca al diablo para ponerse a su lado. A su vez comprueba que el diablo teme a
Jesús crucificado, por lo que inicia la búsqueda de Jesús.
Un ermitaño le habla de Jesús
y se convierte al cristianismo. Mandado por él se pone al servicio de los
hombres con la misión de ayudar a cruzar el río a los peregrinos y viajantes,
dada la escasez de puentes.
Un día un niño solicita su
servicio. Al atravesar el río el Santo siente que sus fuerzas flaquean pues el
peso que lleva es enorme (es el peso del mundo). Con gran dificultad consiguen
llegar a la otra orilla. Al llegar descubre que el Niño es Dios. Cristóbal ha
llevado sobre sus espaldas al mundo y a su creador.
Más tarde el Santo visitó la
ciudad de Licia y fue acogido por los cristianos. Los paganos de la ciudad
martirizaron a los cristianos. Cristóbal fue conducido ante el rey local, y se
negó a realizar sacrificios a los dioses paganos.
El monarca intentó ganárselo
con riquezas y enviándole a dos bellas mujeres para tentarlo. Cristóbal
convirtió a las mujeres al cristianismo, como ya había convertido a cientos en
la ciudad. El rey ordenó matarlo. Tras varios intentos fallidos, Cristóbal fue
decapitado.
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