viernes, 17 de septiembre de 2021

LAS LEYENDAS DEL CRISTO DE LA VEGA.

 

Situada a extramuros de la ciudad, cerca del río Tajo, se encuentra la antigua Basílica de Santa Leocadia, llamada desde hace años Ermita del Cristo de la Vega. En ella hay un Cristo con un brazo descolgado del madero apuntando al suelo. Se sospecha que formaría parte de un conjunto escultórico representando el descendimiento de Jesús de la Cruz.

Esta singular escultura suscitó la imaginación del pueblo, surgiendo varias leyendas sobre la peculiar posición del brazo derecho. La más conocida es la que escribió el dramaturgo José Zorrilla, en su volumen poesías, que puso por título: “A buen juez, mejor testigo”.

La leyenda cuenta que hacia finales del siglo XVI había en Toledo dos amantes llamados Diego e Inés. Llevaban su relación en secreto, manteniendo relaciones prematrimoniales. Tras varios años cuidando esta situación, decidieron contraer matrimonio.

Pero antes de hacer público su amor, Diego tuvo que partir como soldado a Flandes, donde se llevaba a cabo la que más tarde se llamó guerra de los 80 años. Para formalizar su secreta promesa, acudieron a la ermita del Cristo de la Vega y de rodillas tocando los pies del crucificado prometieron casarse cuando Diego volviese de Flandes.

Pasaron días, meses y años sin que Inés tuviese noticias de Diego. Ella rezaba cada día ante el Cristo, rogándole que su prometido volviese sano para contraer matrimonio. Al cabo de los 3 años Diego volvió junto con otros soldados. Durante la guerra había ascendido a Capitán, y al llegar a Toledo le nombraron soldado del rey.

Diego, orgulloso y altanero tras su nueva posición social, ni siquiera se dignó a hablar con Inés, renegando de su juramento. Inés, desolada y tras intentar sin éxito que Diego cumpliese su promesa y recobrase su amor pasado, acudió al Gobernador de la ciudad pidiendo justicia.

Se celebró un juicio para resolver la situación, pero ante la falta de testigos, no se pudo aclarar la situación. Cuando estaba a punto de darse por finalizado el juicio, Inés declaró que tenía como testigo al Cristo de la Ermita de la Vega. Aunque la situación era rara, viendo a Inés convencida y angustiada, decidieron acudir Jueces, notario, escribano, el Gobernador y gran parte de la población toledana, a presenciar tan curiosa situación.

Ya en la ermita, delante de la imagen, el notario preguntó al Cristo crucificado si juraba que era cierto que Don Diego había prometido a sus pies contraer matrimonio con Doña Inés. Pasados unos segundos de largo silencio, se desclavo la mano derecha de la cruz, se extendió el brazo derecho hacia la pareja y se oyó alto y claro saliendo de la boca del Cristo: “Sí, Juro”. Ante tan asombroso milagro, Inés y Diego decidieron dejarlo todo e ingresar cada uno en un convento.

Otra leyenda sobre este Cristo cuenta que desclavó su mano derecha y señaló a un hombre testificando a su favor, sobre el dinero que había prestado a un judío en presencia de la imagen, y que éste negaba haber prestado (siempre demonizando a los judíos).

Otra leyenda nos cuenta que, tras un duelo a muerte, el ganador perdonó la vida al vencido y entró en la ermita para dar gracias a Dios por salvar la vida. El Cristo desclavó su mano y le señaló como signo de respeto y aprobación por el buen comportamiento ante tan noble gesto cristiano.






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