Cada verano en muchas localidades del centro y sur de España las paredes de las casas se pintaban de blanco con cal, dando lugar a la actividad denominada enjalbegar, jalbegar, encalar, blanquear o pintar con cal, siempre dependiendo de la zona o incluso del pueblo.
Este trabajo lo hacían por lo normal las
mujeres, bien temprano, antes de que el sol empezase a calentar con fuerza. Se
ponían su bata de manga larga llena de gotas de años anteriores con algún que
otro agujero, se anudaban en la cabeza un pañuelo para no mancharse el pelo,
limpiaban bien la calle donde se encontraba la pared a pintar, para que si se
levantaba el viento no ensuciase lo pintado, vertían la cal que mezclaban con
agua en recipientes reciclados y empezaban la tarea de mojar un escobón en la
cal y lucir las paredes, que quedaban blancas y relucientes con el reflejo del
sol.
Pueblos enteros de España han llegado a
nuestros días con sus paredes blancas, siendo ahora emblemas turísticos. En
Toledo nos encontramos con una plaza denominada de Valdecaleros. Algunas
fuentes apuntan a que aquí se descargaba la cal que traían de pueblos dedicados
a este oficio. En la Edad Media hay documentos que sitúan aquí al denominado
barrio de caleros, que probablemente fue derivando hacia val en lugar de
barrio. En el pueblo toledano de Orgaz hay una escultura recordando el oficio
del calero (foto).
Pero a lo largo de la historia no sólo se
ha utilizado la cal para proteger y lucir las paredes, sino también con usos
sanitarios. Durante el siglo XVIII se obligó por ley a encalar las paredes
interiores de hospitales e iglesias para evitar epidemias y como medida de
higiene. Estas medidas se extendieron a las casas particulares, convirtiéndose
en costumbre pintar las casas no sólo en verano sino también en momentos
puntuales significativos, como las fiestas del pueblo, el día de los santos
pintando las lápidas o cuando fallecía alguien en casa enjalbegando su
habitación. La razón más lógica y plausible de la utilización de la cal es lo
económico del producto, pues dar color siempre era más caro.
Durante muchos años uno de los oficios
artesanos ya desaparecidos era el de calero. Las caleras eran antiguos hornos donde
se cocían las piedras calizas que se encontraban en las tierras
cercanas de labor convirtiéndose en la cal viva que luego se utilizaba para
pintar. La mayoría de estos hornos se construían bajo tierra a unos tres o
cuatro metros de profundidad en forma circular con una entrada para colocar las
piedras calizas alrededor de las paredes.
De esta actividad ha llegado a nuestros
días expresiones como “una de cal y otra de arena” o “cerrar algo a cal y
canto”.
Visitando mi blog puedes conocer otros
oficios medievales desaparecidos como los de: molineros, damasquinadores,
gancheros, curtidores, bataneros, etc. https://descubretoledoconmanuel.blogspot.com/search/label/OFICIOS
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